¿Cómo pasó Centroeuropa del fervor europeísta al desafecto?

515
Cartel anunciador del Seminario organizado por la Asociación de Peiodistas Europeos ycelebrado bajo el título “Del fervor al desafecto”.

Elena Alfaro.

La Asociación de Periodistas Europeos (APE) celebró el 17 y 18 de septiembre en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid el XXXI Seminario sobre Europa Central bajo el título “Del fervor al desafecto”. En él, políticos, periodistas y expertos internacionales analizaron el estado de una Unión Europea, con especial atención a Centroeuropa, donde parece haberse perdido el fervor europeísta de los primeros tiempos y se coquetea con actitudes escépticas y populistas distintas de los valores y principios en los que se basa la Unión.

A treinta años de la caída del muro de Berlín, varios analistas se reúnen para debatir sobre el futuro de Europa: «1989 es una oportunidad que perdimos de reivindicar la lucha por la justicia y el valor de los derechos humanos»

Como cualquier alemán, Juergen Foecking recordaba perfectamente dónde estaba y con quién cuando cayó el Muro de Berlín. Al día siguiente hasta en las clases de matemáticas de los colegios hablaban de ello. Fue el 9 de noviembre de 1989. Unos meses antes, en agosto, la cadena báltica había congregado a más de un millón y medio de personas pasando por las tres capitales: Tallin, Riga y Vilna.

Foecking, responsable de Relaciones Institucionales de la oficina de España del Parlamento Europeo, comenzó así la primera de las dos jornadas del seminario “Del fervor al desafecto”, que se celebró en la Fundación Carlos Amberes de Madrid. La primera sesión se titulaba “Treinta años después de la caída del Muro”.

“¡Qué sencillo habría sido que aquellas manifestaciones pacíficas acabaran con derramamiento de sangre! Pero no fue así”, explicaba Foecking. Y se preguntaba si se habían cumplido las promesas y esperanzas del año 89. Sí y no.

Ya hay muchos alemanes y europeos que no tienen el recuerdo vivo de aquellos días. De lo que significaba vivir a ambos lados de un muro. Igual que con el recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, las nuevas generaciones de europeos damos muchas cosas por sentadas. Para Foecking es necesario reivindicar la excepcionalidad de lo que sucedió: seguir el ejemplo de los valientes del 89 significa estar dispuestos a luchar por nuestros valores fundamentales y asumir riesgos para defenderlos.

Pavel Telicka, excomisario europeo; Victoria Rodríguez, vicesecretaria del Consejo Federal del Movimiento Europeo; Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea de la Universidad de Copenhague; Lukasz A. Kaminski, expresidente del Instituto de la Memoria Nacional de Polonia, y Juergen Foecking, responsable de Relaciones Institucionales de la Oficina de España del Parlamento Europeo, en la primera Mesa del Seminario.

Tras esta introducción, Victoria Rodríguez, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nebrija y vicesecretaria del Consejo Federal del Movimiento Europeo, presentó a los tres invitados de la jornada: la danesa Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea de la Universidad de Copenhague, a la que conocimos en España por el debate que mantuvo con Puigdemont en enero de 2018; el checo Pavel Telicka, exvicepresidente del Parlamento Europeo y ex comisario europeo de Salud y Protección al Consumidor; y el polaco Lukasz A. Kaminski, presidente de la Plataforma Europea de la Memoria y expresidente del Instituto de la Memoria Nacional. Sostuvieron un debate refrescante, con voces educadas y un estilo directo y libre.

Wind señaló el cambio que ha sufrido la idea de democracia: el concepto “derecho de la gente” pretende sustituir al de “Estado de Derecho”. Ha hablado del miedo que percibe en muchos intelectuales a la hora de defender esta última acepción y también de los plebiscitos. Según Wind, Europa miró con lupa el cumplimiento de determinados requisitos en los países durante la ampliación de la Unión Europea, pero ha relajado esa vigilancia sobre todos una vez que estamos dentro. “Estamos rodeados de autócratas… [si no alzamos la voz en pro de la democracia] ¿Quién afirma que van a sobrevivir nuestros valores en este mundo?”

A continuación Telicka, y más tarde Kaminski expusieron una visión con la que quizás no estemos demasiado familiarizados los europeos occidentales: el recuerdo del comunismo. Telicka contó cómo en el año 2004, la República Checa se incorporaba a la Unión entre dudas europeas: “¿Es uno de nosotros? ¿Comparte nuestros valores?”. “No nos equivoquemos polarizando la UE […] la percepción de que los nuevos son el problema y los occidentales no, es totalmente falsa”, señaló.

Kaminski incidió en el desequilibrio sobre la memoria del pasado comunista. En Polonia existe el sentimiento de injusticia ante delitos no castigados: “En los años 80 era más sencillo hacer una carrera en economía teniendo un pasado comunista que habiendo sido opositor […] 1989 es una oportunidad que perdimos de reivindicar la lucha por la justicia y el valor de los derechos humanos”.

Algunas de las ideas más provocadoras aparecieron en el turno de preguntas. Las dudas sobre la solidaridad entre los miembros europeos, por ejemplo: “¿Quién decide construir cosas con Rusia sin implicar a los países bálticos? ¿Hay un problema con esto? Yo diría que sí”, argumentó Telicka en una clara alusión a las recientes declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron. Wind denunció el problema de años de políticos cínicos y prensa que renuncia a su función fiscalizadora, y la situación creada en distintos países donde se ha puesto en tela de juicio el Estado de Derecho y la independencia judicial. Entre los casos que señaló están el Reino Unido –comparó el Brexit con el independentismo– o Hungría, donde tras numerosos cambios constitucionales la oposición no puede ganar elecciones.

Ya hay muchos alemanes y europeos que no tienen el recuerdo vivo de aquellos días. De lo que significaba vivir a ambos lados de un muro. Igual que con el recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, las nuevas generaciones de europeos damos muchas cosas por sentadas

A la pregunta sobre la globalización y sus perdedores como explicación al aumento de voto a “hombres fuertes”, Wind señaló el innegable progreso que la Unión Europea ha supuesto: somos todos mucho más ricos que hace veinticinco años. ¿Cómo, se pregunta, podrá el ciudadano apreciar los beneficios que nos ha aportado, si constantemente se le dice que todo lo malo es culpa de la Unión Europea? Kaminski respondió que si bien coincide en que los gobiernos nacionales han utilizado esa desafección en su propio beneficio, las desigualdades dentro de los propios países existen y volvió a incidir en la idea de la injusticia latente: “Ahora tenemos todos mejores lavadoras, pero los antiguos dirigentes comunistas tienen fábricas”.

Rusia representa una amenaza muy real para muchos ciudadanos europeos. Se puso de manifiesto una y otra vez, ya sea cuando se cuestionó la efectividad de las sanciones impuestas como cuando desde el público alabaron las bondades de un tratado comercial Mercosur-UE. Las palabras de Kaminski y Telicka me hicieron pensar que muchos europeos se sienten abandonados por sus socios y aliados. Llamar “amigo” a Putin ha hecho saltar alarmas y juraría que aprecié un tono desafiante cuando Telicka preguntó si los europeos estábamos dispuesto a competir con el mercado agrícola sudamericano.

“Polonia y los bálticos son muy sensibles a esto. ¿Por qué queremos tropas o incluso bases americanas en nuestros territorios?”, nos interroga Kaminski.

La exministra Ana Palacio y el filósofo Sami Naïr, en un momento de los debates.

No podía dejar de pensar en Krastev, en lo poco y mal que entendemos los miedos de nuestros conciudadanos y en que esa ignorancia mina la confianza mutua y nos polariza. “Putin usará esto para dividirnos”, sentenció Telicka.

Para terminar, Wind puso sobre la mesa una pregunta importante –¿qué significa soberanía hoy?–. Y respondió: soberanía es intervenir en el proceso de la creación de las leyes que tendrás que aplicar. Eso significa estar en la Unión Europea y ser parte activa del proceso. “Los daneses no entendemos a los noruegos”.

En la despedida, Miguel Ángel Aguilar, secretario general de la Asociación de Periodistas Europeos, lamentó que parece que sólo apreciamos la democracia cuando hemos padecido su ausencia. Me recordó las palabras de Doris Lessing: “La gente que cultiva esta actitud hacia la democracia es normalmente la gente que nunca ha experimentado lo opuesto: la gente que ha vivido bajo tiranías valora la democracia.”

 

La Unión Europea y el síndrome de Galápagos

Aunque la segunda jornada del seminario “Del fervor al desafecto” llevaba por título “Tribalización, sentido de pertenencia y emociones para la juventud”, Aurora Mínguez, excorresponsal de RTVE en Berlín y conductora del debate, inició la sesión manifestando su intención de llevarlo por otros derroteros alejándose especialmente del término “tribalización”. Si la jornada del día anterior había estado marcada por el aniversario de la caída del Muro y la mirada centroeuropea, con la estimulante presencia de Marlene Wind, la siguiente se orientó hacia aspectos mucho más organizativos y de dirección estratégica, especialmente centrados en el análisis de la figura de la nueva presidenta de la Comisión, la alemana Ursula Von der Leyen, y la elección de los comisarios propuestos.

La primera intervención corrió a cargo del catedrático de Ciencias Políticas Sami Naïr. Antes de responder a la pregunta “¿Qué recomendaría a la nueva presidenta y a su equipo?”, Naïr prefirió realizar un rápido diagnóstico de los que a su juicio son los principales problemas de la Unión: crisis política y financiera con consecuencias dramáticas para la Europa del Sur: los populismos como síntoma de problemas de fondo.

Tras él Cristina Gallach, alta comisionada para la Agenda 2030, aventuró que la próxima legislatura estaría marcada por el impulso de los jóvenes que retoman asuntos postergados por la generación de sus mayores con una energía de la que estos últimos han carecido: sostenibilidad, inclusión y pacto intergeneracional. La siempre original Ana de Palacio se sumó al debate haciendo notar, divertida, ese cierto paternalismo que consiste en alabar a los jóvenes remitiéndolos a “un futuro que nunca acaba de llegar” para a continuación exponer una visión desdramatizada de las dificultades que afronta el nuevo equipo de la Comisión: “Von der Leyen tiene que sacar adelante sus comisarios […] El Parlamento Europeo tiene un primer objetivo que es… el Parlamento Europeo”. La realidad, añade, es que cada comisario seleccionado va a necesitar los votos de Visegrado, como la propia presidenta ha necesitado los del Brexit. No entiende la crítica feroz al “European way of life” y considera que la nueva presidencia debería reforzar el equilibrio del triángulo institucional: Consejo, Comisión, Parlamento.

La última sesión se orientó hacia aspectos mucho más organizativos y de dirección estratégica, especialmente centrados en el análisis de la figura de la nueva presidenta de la Comisión, la alemana Ursula Von der Leyen, y la elección de los comisarios propuestos

La visión más vital y optimista la aportó Francisco Aldecoa, presidente del Consejo Federal del Movimiento Europeo. Los agoreros se han equivocado, señaló, porque los resultados que han arrojado las elecciones europeas dan un 69% de europarlamentarios (entre ‘populares’, socialistas, liberales y verdes) que desean profundizar en la construcción europea, a lo hay que añadir la agradable sorpresa que ha supuesto el cambio italiano, con el socialdemócrata Gentiloni, propuesto para Economía. Aldecoa mostró una decidida defensa de la nueva Presidencia, de su programa y del manejo de la heterogeneidad europea que parece estar demostrando, logrando que aquellos que decían que “iban a romper” estén contentos.

Sobre política económica y monetaria, Naïr animó a luchar contra la divergencia existente entre los distintos Estados miembros porque, de no hacerlo, no ve manera de salvar el euro ante una nueva crisis. También lamentó la ausencia de fondos suficientes en políticas de empleo y la renuencia alemana a los cambios que impliquen modificar los Tratados. De nuevo Ana de Palacio movió el enfoque del problema. Explicó que la Unión Económica y Monetaria entró en los Tratados en un mundo que ya no existía y añadió algo que muchos de muchos desconocíamos, que “el whatever it takes” de Draghi procedía de Merkel. En su opinión lo más interesante del momento que vive la Unión es la constatación de la impredecibilidad y del cambio en el valor del Derecho y es precisamente ahí donde la sociedad civil actual entra en juego: Estados miembros, sí, pero con una sociedad civil muy fuerte que parece capaz de mover la agenda política. En este punto coincidió con ella Gallach, que también ve que el momento refundacional de la Unión se realizará desde políticas concretas, no desde las instituciones.

Sobre liderazgos y Brexit todos los presentes coincidieron en afirmar que los liderazgos emergen cuando se viven momentos excepcionales. Lo que ya no resultó tan pacífico fue el nombre y la necesidad. Macron se postula a priori como la figura intelectualmente más solvente para De Palacio aunque se remite a un escéptico “ya veremos”. Aldecoa apuesta por Von der Leyen y su apelación más dirigida a los ciudadanos que a los Estados. Naïr cree que Macron podrá reestructurar el eje francoalemán incorporando a países como España, Grecia, Italia, Portugal e incluso Bélgica reduciendo así el, a su juicio, papel hegemónico alemán.

Tampoco hubo acuerdo en el devenir del Brexit. Aldecoa creía que los países “no se suicidan” y que una separación sin acuerdo sería muchísimo más dolorosa para el Reino Unido porque se enfrentaría a una crisis existencial con un más que posible referéndum escocés y la, antes impensable, reunificación irlandesa en el horizonte. Naïr opinaba que la UE no tiene interés en un conflicto con Gran Bretaña, que saldrán, “tendremos lo que siempre hemos tenido con los ingleses desde el siglo XVIII” y en unos años pedirán un acuerdo similar al de Noruega.

Francisco Aldecoa, presidente del Consejo Federal del Movimiento Europeo, y colaborador de ‘El Siglo’, junto a Cristina Gallach, alta comisionada para la Agenda 2030, ponentes de la segunda Mesa de debate.

Y una cosa llevó a otra y terminaron hablando de la defensa europea y la OTAN, de la necesidad de vincularla a la industria y “colgarla” del mercado interior, como señaló Palacio. Aldecoa fue más específico aún y abogó por el principio de autonomía estratégica para, en un plazo de cinco años, ser capaces de defendernos solos.

Mientras escuchaba, no dejé de hacerme preguntas sobre la forma y el fondo de la sesión. Si en la jornada anterior disfruté con las posturas claras y la energía contagiosa de Marlene Wind, al tiempo que recibí una pequeña cura de humildad, al constatar el gran desconocimiento de los miedos existenciales que condicionan a una parte importante de nuestra Europa, después percibí un enfoque en exceso “occidental”, demasiado centrado en las cuestiones que conocemos y nos parecen importantes a “nosotros”, cayendo en la trampa contra la que nos prevenía, precisamente el día anterior, el checo Telicka.

Salí de allí incómoda porque se había evitado, de un plumazo, hablar sobre tribalización y se había dedicado demasiado espacio a asuntos de manejo institucional y reparto de poder. Eran los mismos diagnósticos escuchados centenares de veces y la sensación de que no hemos profundizado en la concepción de que Europa es también y en gran parte una comunidad necesitada de sabiduría en el manejo de sus disfuncionalidades. Las naciones sí se suicidan y, como señala Ivan Krastev, los países centroeuropeos lo tienen muy presente. Si la Unión Europea se convierte en algo “demasiado perfecto como para tener éxito” (síndrome de Galápagos) dentro de sus propias fronteras, no sé si habrá lugar para ella en el futuro.