Gorka Knörr: “Todo apunta a una condena injusta”

1557
ÁLEX PUYOL

Manuel Capilla.

Gorka Knörr recibe a ‘El Siglo’ recién aterrizado en Madrid como nuevo delegado de la Generalitat en Cataluña. El que fuera vicepresidente del Parlamento Vasco y secretario general de Eusko Alkartasuna, subraya que el juicio del 1-O es “un esperpento, con una instrucción que es un libelo” y que acabará como acabó el proceso que él sufrió junto a Juan María Atutxa –y que también pilotó el juez Manuel Marchena–, “en el Tribunal de Estrasburgo”. Tarraconense de nacimiento y radicado en Cataluña desde hace 14 años, Knörr se remite a su “admirado socialista” Jesús Eguiguren para señalar que, como él decía sobre la situación en Euskadi, la crisis política catalana “no sé si tiene solución, pero a lo mejor tiene un arreglo”.

Fuera de Euskadi y de Cataluña, mucha gente le recordará por su condena en 2008, junto con Juan María Atutxa y Kontxi Bilbao, por desobedecer al Supremo y no disolver el grupo parlamentario Sozialista Abertzlaeak en el Parlamento Vasco, ilegalizado en base a la Ley de Partidos. Fueron inhabilitados para cargos públicos y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos les absolvió, al entender que se vulneró su derecho a ser escuchados durante aquel procedimiento. ¿Cómo ve todo aquel proceso con el paso del tiempo?
Dentro de su dimensión, hay un cierto paralelismo con el juicio a los líderes civiles y a los políticos catalanes, porque, en los dos casos, se imputa no haber obedecido las leyes. En aquel caso, el Supremo pretendía que lleváramos a cabo algo que no podíamos hacer, porque la disolución de un grupo parlamentario es una barbaridad. Todo al amparo de una ley de partidos políticos. Un partido político no es un grupo parlamentario. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco nos absolvió y llegó en casación al Supremo gracias a Manos Limpias, el Vox de entonces. En nuestro caso, el cambio de gobierno de PP a Partido Socialista implicó que el fiscal dejara de acusar, cosa que no ha sucedido ahora y debería haber sucedido si tuvieran un poco de vergüenza política. Tardaron cinco años en revisar el recurso de amparo ante el Constitucional, que es un escándalo. Sólo así, en 2013, acudimos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ganamos a Marchena. Yo creo que es lo que va a pasar ahora. Todo apunta a una condena injusta, extemporánea. Y esto acabará, cuando acabe, en el Tribunal de Estrasburgo. Pero con la arbitrariedad con la que se conduce la cúpula judicial en España, esto puede tardar años, que es otro escándalo.

¿Qué espera de la sentencia del 1-O? Algunas informaciones apuntan a que el tribunal se inclinará por la sedición, que comporta penas menores que la rebelión.
Llamarlo juicio es un esperpento, es un juicio bufo, con una instrucción que es un libelo. No ha pasado lo que dicen que ha pasado, ya empezamos por ahí. Se deja que mientan funcionarios públicos. Tal y como se ha hecho la instrucción y conociendo al presidente del tribunal, yo no esperaba otra cosa. Se va a producir, con toda seguridad, una condena. A mi juicio, injusta. Y veremos lo que pasa. Creo que es un antes y un después. Todos estamos expectante por ver la reacción social a una condena injusta.

“La violencia la hemos padecido, no la hemos ejercido”

¿Cuál va a ser la reacción de la Generalitat?
El Govern de la Generalitat está jugando su papel en el ámbito institucional, no está de acuerdo y lo dice. Otra cosa es lo que diga la sociedad, que es madura y hará lo que crea que debe hacer. No hay que ser adivino para saber que la gente saldrá a la calle para manifestar su descontento.

¿Qué Pedro Sánchez siga en la Moncloa abre la puerta a resolver el conflicto?
Yo veo lo que veo, que Pedro Sánchez, en sede parlamentaria, ha vuelto a sacar los peores argumentos históricos contra el nacionalismo catalán. Ha hablado de los que defienden la Cataluña rica contra la España pobre, que me parece de una pobreza intelectual no ya rechazable, sino muy preocupante. Me parece muy preocupante que el señor Sánchez, en vez de afrontar las cosas políticamente, le veamos en posiciones equiparables a la derecha. Cambian las formas, pero el fondo es el mismo. Hemos visto al señor Sánchez pedir a la Generalitat que condene la violencia. ¿Pero cuándo no hemos condenado la violencia? Empezando por la que se ejerce contra ciudadanos que quieren ejercer un voto. Siempre hemos condenado la violencia. La violencia la hemos padecido.

¿Un gobierno de Pablo Casado le vendría bien al independentismo?
Lo que viene bien, de todas todas, es que los problemas políticos se afronten. El Partido Popular ha hecho mucho daño al Estado. De una manera muy irresponsable, emprendieron una recogida de firmas contra el estatuto catalán que está en el origen del conflicto que estamos padeciendo. Propició, con la utilización espuria de los tribunales, el choque de trenes de 2010. En 2010 se dinamitó la Constitución. La sentencia del Estatut de 2010 es dinamitar del bloque constitucional, de un acuerdo entre parlamentos, votado en el Congreso y en el Senado, ratificado en referéndum y firmado por el Rey. Ante esto, doce señores deciden sobre lo que han votado los ciudadanos. Esto es dinamitar el bloque constitucional, cuya esencia es el acuerdo entre Cataluña y el resto del Estado.

Mencionaba antes el rechazo a la violencia, ¿cómo valora la detención y encarcelamiento de los 7 miembros de los CDR?
La instrucción de la Guardia Civil recuerda muchísimo a lo que ya hemos padecido en Cataluña: detenciones preventivas, acusaciones directas. Esto y el Estado de derecho tienen muy poco que ver. Yo creo más bien que se trata de un Estado de leyes, como dice Martín Pallín [jurista y magistrado emérito del Supremo]. Se han violado los derechos de los detenidos. Por no hablar de cómo se han realizado las detenciones, violentando las viviendas de los ciudadanos. Esto nos acerca más a Turquía.

¿Hay peligro de que un sector del independentismo se deslice hacia actuaciones violentas?
Ninguno. Esto es una construcción artificial. En el juicio del Tribunal Supremo se ha construido un relato de violencia inexistente. Se habla de violencia el 20 de septiembre, a no ser que sea violencia echar claveles a la Guardia Civil. Estamos en eso, se está intentando por todos los medios provocar que haya situaciones de violencia en Cataluña. Y la violencia la hemos padecido, no la hemos ejercido.

Algunas informaciones también señalan que tras la sentencia se reactivará la euroorden contra Carles Puigdemont y el resto de consellers.
No habrá extradición, porque no se puede juzgar el mismo hecho en dos jurisdicciones diferentes. Es de primero de derecho. A no ser que estemos en Turquía, no en España.

“Sánchez está en posiciones equiparables a la derecha”

A estas alturas del procés, con la sentencia que se conocerá de forma inminente, ¿qué evolución y qué solución le ve al conflicto político en Cataluña?
Hay días que me siento más optimista y días que menos. Cuando estoy más optimista tiendo a pensar que en España acabarán entendiendo que estas cosas se resuelven votando, y que hay que dar una salida a un conflicto político que no viene de ahora. Las Bases de Manresa [proyecto de constitucional catalana impulsado por la Lliga en 1892] son de finales del siglo XIX, y allí se decían cosas muy parecidas a las que se dicen hoy. Desoír durante décadas y décadas lo que dice Cataluña ha producido lo que ha producido. ¿Qué puede pasar? No lo sé, porque, además, es un problema que tiene muchas derivadas, no solamente políticas. Es un problema de cultura, de entender lo que es un Estado compuesto. En Suiza, a nadie se le ocurriría plantear problemas como se plantean aquí desde el Estado. Aquí hay una animadversión hacia lo catalán que se ha ido ensanchando con el tiempo. Un Estado compuesto se conforma por la asunción de las voluntades diferentes, no por la negación de la diferencia. Veo una solución difícil, no sé si la tiene. No sé si, como decía mi admirado socialista y excompañero en el Parlamento Vasco, Jesús Eguiguren, y hablando de una situación muy diferente, la vasca: “no sé si tiene solución, pero a lo mejor tiene un arreglo”. Pero qué quiere que le diga, no veo ningún arreglo.

¿Pero el movimiento independentista estaría dispuesto a aceptar un arreglo que no incluyera un referéndum?
— Personalmente, no lo aceptaría. Hemos llegado a un punto que el mínimo común denominador de las posiciones incluso federales, que podrían ser las de Catalunya En Comú, es un referéndum. Y el que no entienda eso…