Oliver Laxe, director de cine: “No me interesa la identidad, sino el alma”

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EUROPA PRESS

Juana Vera (Santiago de Compostela).

Premio del Jurado de la sección ‘Una Cierta Mirada’ del Festival de Cannes 2019 por su película ‘O que arde’ (‘Lo que arde’), Gran Premio de la Semana de la Crítica de Cannes 2016 por ‘Mimosas’ y Premio Fipresci 2010, del mismo festival, por su obra ‘Todos vosotros sois capitanes’, Oliver Laxe (París, 1982) estrena esta semana su premiada última cinta. “Con ‘O que arde’ he ido a la esencia. He evitado la superficie: el folclore, una mirada estrecha y nacionalista. Al ir a la esencia he hecho una película inmensamente identitaria y ‘matriótica”, reflexiona el director, quien en su nuevo trabajo nos habla “del holocausto que vive el mundo rural”, de su tierra, Los Ancares, y del alma de los seres que la habitan.

 

Con O que arde (Lo que arde) usted deseaba hacer una película sobre la identidad, “aquello que emerge cuando se destruye la propia idea de identidad”, tal como ha explicado usted ¿Lo ha conseguido?
He logrado otras cosas. He hecho otras cosas. He ido a la esencia y he evitado la superficie: el folclore, una mirada estrecha y nacionalista. Al ir a la esencia he hecho una película inmensamente identitaria y ‘matriótica’.

¿Qué es para usted la identidad?
No me interesa la identidad, me interesa el alma. El alma no tiene patria, no tiene ‘matria’. Es el ser humano en su esencia. Todo lo bello, lo bueno, lo angélico y también lo demoníaco. Me interesa trabajar en ese plano. Esa es la verdadera inadaptación, el verdadero desarraigo. Este es interior. No es ni de clase, ni de género, ni de raza. Hay desarraigos así pero son superficiales. Hablar desde los mismos es hablar de un modo paliativo, sintomático.  Es actuar un poco como la medicina general, que no va a la esencia, no va al problema. Para mí las enfermedades tienen un origen espiritual. La medicina general te pone una tirita pero no soluciona el problema.

Decía Bresson: “Nada en lo desconocido que no esperes secretamente”. Esta frase le ha acompañado a usted a lo largo de su carrera. ¿También en O que arde (Lo que arde)?
No lo sé. A veces sospecho que no. Ha sido la película donde he trabajado de la manera más precisa. Para hacerla he tenido más medios, experiencia y he podido controlar más lo que quería hacer. Tengo dudas respecto a su pregunta. Sé que mi manera de trabajar está tan cerca de mi esencia… No hago encargos, ni adapto libros. En este caso es una película sobre mi familia, sobre la tierra en la que ha vivido mi familia durante generaciones, sobre lo que me habita. Es muy esencial. Al ir a lo esencial vas a lo secreto. Indirectamente estoy llamado por ese desconocido.

Es su camino.
Sí, el ir al fondo de las cosas

¿Y qué se encuentra?
No sé si estoy yendo verdaderamente al fondo. No lo sé, es volver a casa. Al origen de las cicatrices. ¿Por qué tengo esa manera de pedir amor?, ¿por qué tengo este desarraigo? Cuando nacemos se produce un desgarro. Venimos de una casa llena de amor y al llegar hay un hueco, un vacío de amor que cada uno de nosotros rellena de manera diferente. Lo que se llama una neurosis. Como cineasta, mi manera de pedir amor es hacer mi trabajo, mirar lo que hago. Quererme. Se trata de trabajar sobre eso, de ir al fondo de quien soy. Preguntarme de dónde vengo, a qué vengo, cuál es el servicio que tengo que dar. Ir a la esencia.

“La misión del ser humano es servir”, ha dicho usted.
Sigo pensando así. Cada uno sirve a su manera. Espero hacer a la gente feliz con mi trabajo. Esto es importante. Pero no sé si lo logro.

¿Qué significa para usted ser feliz?
La felicidad, respecto a mi trabajo, es que la gente se reconozca en él en un momento de espejos deformantes. De falta de referencias. En un momento de excitación permanente, de ruido: series, Internet…, todo  está hecho para excitarnos. Cuando ves algo más esencial, te reconoces, te serenas. La felicidad sería serenar, aliviar, tranquilizar, dar sentido. La felicidad, desde un punto de vista personal, es cierta tranquilidad, cierta fe. Que todo va bien pese a que va mal.

“¿Qué es un película política, social? Para mí no es la que trate de los problemas de la gente, es la que le abra el corazón a la gente”

¿Cuánto hay de intuición en O que arde (Lo que arde)?
Cuando trabajas tan cerca de tu esencia siempre hay algo intuitivo. Tengo un grado de inseguridades que hace que sea muy permeable a lo que me rodea, tanto a la gente con la que trabajo como al material con el que trabajo. Doy mucho espacio a los actores. Cuando ensayamos ellos habitan el texto. Hablan con sus propias palabras y copio esas palabras. Las incorporo al guión. Seleccionar a la gente, por otro lado, es algo muy intuitivo. Creo que mi gran genialidad es que me rodeo bien.

En Mimosas, Gran  Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el año 2016, usted trabajó sin actores profesionales. Los actores eran sus amigos. También lo hizo en Todos vosotros sois capitanes.
En el caso de O que arde hubo una selección. Tengo suerte. Me llegan cosas muy bellas. Los dos protagonistas de esta película son dos personas de una belleza increíble. Veo otras películas gallegas y observo que a las personas seleccionadas para protagonizarlas les falta estar más habitadas. Falta algo. Pienso que mi habilidad es elegir a la gente. Me gusta la gente y me conmueve. Cuando digo genialidad lo digo irónicamente. Mi genialidad es saber no ser un genio, saber acompañarles. Saber mirar.

¿Qué es mirar?
En mi caso es radiografiar. Mirar es abandonarse, vaciarse. Mirar es dejarse penetrar, es no mirar, es que te mire el mundo y a ver qué sientes. Cuando vi a Amador en el casting de O que arde, lo vi. Me conmovió. Es alguien muy sensible, bello, femenino, con cierta cicatriz. Ves que es alguien que no tiene las herramientas para este mundo. Lo notas. Alguien como de pueblo. No estaba en su lugar en un casting. Noté su incomodidad y pensé, éste es.

Ha hablado usted de personas deshabitadas y de personas habitadas. En el campo, según sus palabras, se está produciendo un holocausto.
Esta película trata de eso y nace de eso. Soy de campo. O que arde nace de cierta rabia ante la desaparición de este patrimonio aunque en la película también se acepta esto. No es una película panfletaria. Me gusta mucho la tradición. Me gusta mirar hacia el futuro desde ese pasado muy presente en mí. En mis películas hay siempre ese choque entre tradición y modernidad. A nuestra generación le toca desandar mucho, corregir el rumbo. No sé si hay tiempo. No sé si se puede reorientar la decadencia. Mi cabeza me dice que no, mi corazón me obliga a sentir que sí, a tener fe en que una película puede ser algo espiritualmente dinamizador.

¿En qué sentido puede ser dinamizadora O que arde, para hacernos más conscientes de lo que está sucediendo en los bosques de Galicia y de España, del Amazonas, de California…?
¿Qué es una película política, social o una película que es benéfica socialmente? Para mí no es una película que trate de los problemas de la gente, es una película que le abra el corazón a la gente.

Lo más difícil.
Sí. No sé si lo consigue esta película pero es una intención. Cuando conmueves un corazón. Cuando entran en él las imágenes y se quedan ahí durante un tiempo… Las emociones  son de diferentes tipos. La hay más efímeras y las hay más perennes. Mi cine siempre, creo, ha tenido imágenes más perennes. Hay imágenes que son como el fuego, que cuando lo apagas sigue actuando, sigue penetrando en la tierra. Estas imágenes siguen en la piel, siguen actuando en el alma con el paso del tiempo. En esta película he trabajado más las emociones en el momento y hay más equilibrio, unas imágenes siguen a las otras. Retornando a la pregunta anterior, el cine político es el que hace que la gente reconecte con su esencia. Provoca una toma de esencia de cada uno, no de conciencia. Vivimos en un mundo que excita los egos, oculta la esencia y, por ello, el ego nos domina. Diferentes yoes nos ocultan así lo que somos verdaderamente y vamos detrás de ilusiones o pensamos que tenemos una unidad dentro, la mayor ilusión, porque estamos disociados.

¿Quién es usted verdaderamente?
Alguien frágil. Estoy intentando entender los orígenes de mis heridas. Esta película, esta invocación que he hecho, ha sido bastante benéfica quizá porque filmar en los terrenos donde ha trabajado mi familia durante siglos tiene consecuencias. Hacer una película en la que honras tu linaje tiene consecuencias positivas. Soy una persona de fe. Sé que si la intención es buena habrá algo benéfico. Me da igual saber quién soy. Estoy calentando mis manos, estoy trabajando para ser una persona más sencilla, con cuidado claro. Intentas hacer películas para dar amor a mucha gente y te olvidas, a veces, de darlo a las personas que tienes cerca. Es tan demencial hacer una película que a la gente que te rodea… En el fondo servir es muy fácil. Servir es ser feliz. Si eres feliz vas a educar bien a tus hijos. La gente va a recibir esa felicidad y así se cambia el mundo. A veces piensas en un proyecto faraónico y no hace falta tanto para pedir amor. Estamos rodeados de amor. El aire, una buena comida con tu gente son amor.

“A nuestra generación le toca corregir el rumbo. No sé si hay tiempo. Mi cabeza me dice que no, pero mi corazón me obliga a sentir que sí”

”Es necesario un retorno a cierto encantamiento del mundo”, ha dicho usted en una entrevista. ¿Cómo se hace eso?
Volviendo a llenar el cielo de mitos, de cuentos. Encantar es volver a tener conciencia de que vivimos en un mundo habitado, misterioso, mágico. La magia más grande que puede haber es el hecho de que un ser humano se dé cuenta de que tiene alma, de que el alma vibra, late, le lleva a hacer unos viajes imposibles. Esto es algo tangible, es el cuerpo, órganos sutiles que tenemos. No podemos intelectualizar todo esto. No se puede describir. Es algo que se siente. No sé puede explicar qué es creer, qué es la fe.

Dice usted que es una persona de fe. ¿Qué quiere decir?
Soy una persona de fe en el sentido en que creo en el mundo de las formas sutiles o espirituales. Hay un mundo detrás de este mundo. Hay una inteligencia creativa. Hay un orden. Una música. Tener fe es sentirte sereno. Saber que hay unas reglas y que comienzas a entenderlas.

¿Cuáles son esas reglas?
Que el universo está más cargado de amor que de otra cosa. Cuando te comportas como el universo, cuando tu intención es positiva, hay una coincidencia positiva siempre. Es difícil imponer esta mirada hoy. La mirada de la tradición dice que hay un mundo en paralelo, el del alma, y has de hacer todo para que haya algo positivo en ese mundo paralelo, da igual que sufras en este mundo si hay una consecuencia positiva para ese mundo paralelo. Las verdaderas soberanía, emancipación y libertad son interiores. Esto es muy ambiguo, requiere una preparación que ya no tenemos.

Usted es hijo de emigrantes. ¿Cómo entiende la emigración y cómo le ha afectado?
Ha sido un desgarro en mí y también un regalo porque me ha dado la distancia que permite mirar. De cerca no se ve nada. En los años de formación tuve que cambiar de país, regresar. Esto esculpió bastante mi personalidad. Mi ego. Se endurecieron cosas. Generas ego para protegerte. La fragilidad está ahí.

¿No es lo más fuerte, la fragilidad?
Mi seguridad es mostrar mi inseguridad. Tengo muchos miedos cuando dirijo. Pregunto mucho cuando dirijo. Trabajo bien en equipo. Hay muchos cineastas en mis rodajes. Mi guionista, mis ayudantes primera y segunda y  mi montador son cineastas. Ser un genio es rodearte bien.

¿Sus proyectos?
Una road movie psicodélica, que rodaré en Mauritania y en Francia. Esta película va ir lenta. No tengo prisa. Tengo menos necesidad de pedir amor de manera obsesiva. Por otro lado, trabajo en el proyecto de una granja en Los Ancares, mi tierra. Un proyecto de la Unión Europea y de la provincia de Lugo. Una escuela de cine para cineastas que tienen que dejar de hacer cine. Algo así como una Asociación de Alcohólicos Anónimos pero para cineastas que quieren tocar la vida de verdad. Se organizarán dos eventos culturales al año. El proyecto se hará en la casa de mis abuelos.