Podemos pensar distinto, respiramos igual

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Idoia Villanueva.

E s difícil encontrar a día de hoy movimientos más transversales, intergeneracionales, más de abajo a arriba y más poderosos que el feminismo o la ecología. Mientras que las estructuras partidistas, sindicatos clásicos y colectivos más tradicionales luchan por atraer a los jóvenes, estos dos movimientos, el feminista y el climático son excepciones y auténticos fenómenos de futuro.

En lo que respecta al movimiento por el clima, éste ha ganado en los últimos años grandes victorias culturales que le han permitido en los últimos meses condicionar la agenda política de gran parte de los países de la Unión Europea (y no sólo). A pesar de la masificación de esta lucha ya internacional, todavía a día de hoy muchos siguen empeñados en hacernos ver la ecología como un problema asociado a una sociología muy concreta: urbanita, con estudios y de clase media. Sin embargo, existe ya un auténtico esfuerzo por parte de todo el movimiento para transformar esta idea, penetrar en las clases populares y llegar a una articulación entre la ecología y lo social que haga aceptable un programa de transición ecológica radical para todas.

La única solución que ralentizaría nuestro consumo de recursos naturales y nuestro consumo de energía sería reducir nuestras capacidades de viaje, es decir, cambiar la escala de tiempo y espacio, dando un futuro a nuestras economías, a nuestros hijos y a nuestros entornos naturales

La ecología es una ciencia sistémica. Esto significa que para comprender los problemas, es necesario tener en cuenta cada uno de sus objetos de estudio, pero también y sobre todo las interacciones que existen entre ellos. Las respuestas ecológicas a problemas simples serán siempre complejas. Por eso es importante descartar soluciones simplistas, inadecuadas o subcalibradas.

Del mismo modo, debatir la responsabilidad individual o colectiva en la situación actual es también una cuestión ya de retaguardia. La responsabilidad individual es una situación limitada. El dogma al que nos someten del crecimiento a toda costa basado en el consumismo agresivo está ya demasiado arraigado y es, justamente, contra esas falsas costumbres, contra esos modelos prefabricados por los de siempre para hacernos partícipes del desastre, contra los que hay que luchar.

Debemos evitar colaborar con un sistema que se ha demostrado ya ineficaz. Y dejar de colaborar no significa desarrollar modos de producción y de consumo al margen del sistema, sino cambiar completamente el principio. Se dice pronto, ¿no? Sin embargo, existe un principio relativamente simple que abordaría los desafíos climáticos y ecológicos: la ampliación de escala.

Toda nuestra economía actual se basa en la optimización del tiempo y la capacidad de mover bienes y personas deprisa y barato. Es éste mismo modelo económico el que nos hace depender del transporte individual para ir a trabajar cada vez más, el mismo modelo que nos hace depender de Internet para obtener información al instante, nos obliga a abastecernos en centros comerciales lejanos, pero a optimizar los costos que destruyen a las pequeñas empresas locales.

Por lo tanto, la única solución que ralentizaría nuestro consumo de recursos naturales y nuestro consumo de energía sería salir de esta optimización, ralentizar y reducir nuestras capacidades de viaje, es decir, cambiar la escala de tiempo y espacio.

Un cambio de escala de tiempo y espacio colectivamente nos permitiría dar un futuro a nuestras economías, a nuestros hijos y a nuestros entornos naturales. Inevitablemente, esto irá acompañado de una mejor distribución de la riqueza y la creación de empleo al evitar la concentración de los medios de producción y distribución por parte de algunas multinacionales. También nos permitiría redibujar una economía verdaderamente sostenible, lo que aún no hace a pesar de las declaraciones de intenciones de todos nuestros gobiernos. Sobre todo, finalmente nos permitiría rediseñar una forma de vida respetuosa de nuestros entornos naturales, los principales apoyos de nuestra supervivencia.