Virginia Miranda.
Viendo a Ciudadanos dar bandazos y habiéndole perdido el miedo a Vox, Pablo Casado se ha permitido hacer lo que en su día hicieron todos cuantos le precedieron al frente del PP. José María Aznar acuñó la expresión “centro reformista”. Mariano Rajoy dijo aquello de que “si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”. Ahora, el líder ‘popular’ ha devuelto los principios y valores de la formación al frasco de las esencias para encontrar en la moderación el mejor elixir electoral. Sin grandes movimientos en unas listas donde el aznarismo sigue muy presente, la irrupción de Ana Pastor como número dos por Madrid es una declaración de intenciones y un reconocimiento al marianismo, que vive su mejor momento desde una moción de censura que lo dejó maltrecho y sin nadie que lo defendiera.
Las listas electorales están diseñadas para mandar mensajes. Mensajes sobre el peso de la igualdad, sobre el poder de los territorios o familias, sobre las áreas políticas estratégicas y también sobre el famoso relato de los partidos.
Álvarez de Toledo representó la mano dura contra el independentismo del 28-A y Ana Pastor es la imagen de un discurso moderado para el 10-N
Para el 28-A, Pablo Casado escribió un relato de mano dura contra el independentismo y situó a Cayetana Álvarez de Toledo como número uno por Barcelona. Para el 10-N, la narración viene marcada por el centro moderado y para ello Ana Pastor ha dado el salto de Pontevedra, circunscripción por la que ha sido diputada durante ocho legislaturas, a Madrid, donde se sitúa como número dos sólo por detrás del candidato del PP a la presidencia del Gobierno.
Equilibrios en las listas
Las listas populares conocidas esta semana no arrojan muchos más giros de guión que éste. Si bien en Madrid cabe añadir la incorporación de las también exministras de Rajoy, Isabel García Tejerina y Elvira Rodríguez, la representación de los expresidentes viene compensada por el exfontanero de Aznar en Moncloa, Carlos Aragonés, el vocal del patronato de FAES, Gabriel Elorriaga, y la exdirectora de Publicaciones de la fundación, Pilar Marcos, que han escalado posiciones bajo el mismo paraguas para alcanzar puestos de salida y conformar tras las generales un grupo parlamentario más afín a quien repite como cabeza de lista por la circunscripción catalana.
En el centro está la mayoría
Aunque Casado no renuncia a defender los principios y valores del PP “sin complejos” y lo demostró conformando sus equipos en Génova este verano y diseñando ahora las listas, tampoco puede desatender el centro político por una razón muy sencilla: sólo cuando Aznar y Rajoy hicieron campaña entre los votantes moderados el PP ha logrado gobernar con mayoría absoluta. El primero acabó renunciando a la centralidad y dejó una herencia envenenada a su sucesor, que tuvo que perder otras elecciones para darse cuenta de que con una línea dura –Ángel Acebes y Eduardo Zaplana habían sido sus números dos y tres– no iba a ningún sitio.
Ideología sin complejos
Con muchos matices podría decirse que Soraya Saénz de Santamaría, Alberto Núñez Feijóo y María Dolores de Cospedal habrían sido más de lo mismo en el PP. Pero Pablo Casado no podía permitírselo. Por los apoyos que le llevaron hasta la presidencia del partido y porque una transición tranquila en las circunstancias en las que alcanzó el liderazgo de la formación conservadora, tras una moción de censura contra Mariano Rajoy y en medio de un previsible adelanto electoral, estaba condenada al fracaso.
Su aterrizaje en la séptima planta de Génova, 13 fue saludada con la indiferencia de los sondeos de opinión, que suspendían sistemáticamente al recién llegado por desconocimiento entre los encuestados. Así que se embarcó en varias giras por España, visitando sedes y afiliados del partido y colocando en la agenda política mensajes sobre inmigración, impuestos, memoria histórica, aborto o Cataluña. Mensajes sin complejos, como le gustaba decir a él y a su círculo más cercano, que funcionaron en parte en Andalucía y que patinaron el 28-A.
En la Junta gobierna con un sorayo y gracias a un pacto de legislatura con Ciudadanos y otro de investidura con Vox. En las generales no hubo mayoría de las tres derechas y alcanzó el mínimo histórico del PP con 66 diputados.
Giro de guión
Casado echó el freno en las autonómicas y municipales. Por primera vez y tras escuchar a los barones con mando en plaza habló de moderación y bajó el diapasón en los mítines. Repitió la fórmula andaluza para formar gobiernos con Ciudadanos apoyado en los votos de Vox e ignoró las críticas internas para acabar nombrando portavoz del grupo parlamentario del Congreso a Cayetana Álvarez de Toledo. Pero para volver a ser “la casa común del centro derecha” había que seguir atendiendo los dos factores de la ecuación. Sobre todo porque tiene margen de crecimiento.
El PP ha comprobado que, en su batalla por liderar el centro, Ciudadanos ha desatendido el centro político
En el PP han comprobado que, en su batalla por liderar el centro derecha, Ciudadanos ha dejado desatendido el centro político, donde en anteriores convocatorias electorales creció a costa de los conservadores. Creen también que Vox no tiene más recorrido y que no necesitan volver a cargar las tintas en asuntos como el de la exhumación de Franco. Tras la sentencia del Tribunal Supremo, sólo se ha salido del carril con aquello de las iglesias ardiendo “como en el 36” Isabel Díaz Ayuso, a la que Casado no desautorizó pero sí pidió explicaciones para que la presidenta de la Comunidad de Madrid acabara diciendo que había empleado un recurso “retórico”.
Buenas previsiones
Las encuestas conocidas durante el verano, tras el fracaso de la primera votación de investidura de Pedro Sánchez, han dado la razón al líder popular y a su estrategia dual, que regresó de las vacaciones habiendo consolidado una dirección genuinamente casadista y multiplicando sus apelaciones a la moderación: el resultado es una previsión cercana a los 100 escaños a costa de Santiago Abascal, que retrocede, y sobre todo de Albert Rivera, el gran perdedor en los sondeos enredado en golpes de efectos –como levantar el veto al PSOE para después defender un pacto postelectoral con el PP– que no están teniendo el resultado esperado.
La irrupción de Pastor
El ascenso de Ana Pastor en las listas al Congreso como número dos del candidato a la presidencia del Gobierno no puede ser más elocuente. Tras confirmarse la nueva convocatoria electoral del 10 de noviembre, Pablo Casado se fue a almorzar con Mariano Rajoy a un restaurante cercano a la sede del PP. Desde la formación conservadora dijeron que se trataba de un encuentro habitual entre ambos, pero en esta ocasión una cámara de La Sexta les grabó mientras charlaban en la calle en un día tan señalado.
Ahora, el líder popular sitúa a la marianista ‘superviviente’ del Congreso en un lugar preferente. Está por ver qué papel le tiene reservado tras las generales -después del 28-A la mantuvo en la Mesa del Congreso como vicepresidenta tercera-, pero en la campaña le está dando la máxima visibilidad. Tanto como para que el PP la haya elegido para participar en el debate del 7 de noviembre en La Sexta, donde compartirá cartel con la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, las portavoces de Ciudadanos y de Unidas Podemos, Inés Arrimadas e Irene Montero, y la líder de Vox en Madrid, Rocío Monasterio.
A la espera de comprobar qué papel tiene reservado en el Grupo Parlamentario Popular tras las generales, Ana Pastor tendrá la máxima visibilidad en campaña
La inmediata reacción de los medios ha sido concluir que Génova había reemplazado a Álvarez de Toledo por Ana Pastor con el objetivo de imprimir una imagen de moderación a la campaña, mientras fuentes populares aseguran que la cadena pidió a los partidos a sus números dos y el resto de formaciones han alterado este requisito porque ni siquiera se planteó que fuera a ser un debate de mujeres. La cabeza de lista por Barcelona, insisten, participará en más debates nacionales y autonómicos.
El legado de Rajoy
Ministra con Aznar y Rajoy pero amiga personal de este último, Pastor, diputada bien valorada entre el resto de formaciones políticas tras su paso por la presidencia de la Cámara baja, es la única dirigente del entorno más próximo al expresidente derrocado en una moción de censura que sigue en activo. Por voluntad propia o ajena, tras la llegada del nuevo líder al partido los marianistas desaparecieron de los cargos orgánicos y parlamentarios del PP acompañados por velados reproches al perfil técnico que imprimieron a la acción de Gobierno y a una supuesta renuncia a los principios liberales y conservadores de la formación.
Sin grandes resistencias internas –Casado ya no tiene inconveniente en contravenir a Alberto Núñez Feijóo negándole su propuesta de “gran coalición”– y habiendo tenido sobradas oportunidades para calibrar distintas estrategias en las urnas, el jefe de las filas conservadoras ha podido reconciliarse con su pasado más inmediato. Porque Aznar fue su padrino político, pero se graduó con Mariano Rajoy.