El orden internacional limita el desarrollo humano

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El orden internacional limita el desarrollo humano

El orden internacional limita el desarrollo

 

La Economía desde mi Observatorio
Carlos Berzosa*

 

La salida de la crisis que estalló en 2008, pero que sus inicios se pueden situar en 2007, ha dejado una estela de incertidumbres de cara al futuro que hacen que la economía mundial siga sufriendo una gran inestabilidad. El modelo económico se sigue sustentando en el fetichismo del crecimiento sin reparar en las condiciones laborales en las que se produce el Producto Interior Bruto, en cómo se distribuyen los beneficios de ese crecimiento y los costes ecológicos que origina.

En realidad, lo que se tiene en la actualidad es la ‘financiarización’ de la economía, una elevada desigualdad y un deterioro ecológico que no se corrige a pesar de las medidas tomadas, que por otra parte son bastante tímidas para corregir los daños causados. La ‘financiarización’ está contribuyendo a la especulación y al incremento de la desigualdad, tal como pone de manifiesto Costas Lapavitsas en su libro Beneficios sin producción (Traficantes de Sueños, 2016). Pero otros factores influyen, como son las políticas económicas que favorecen las limitaciones salariales y las rebajas impositivas a los ricos.

El mayor problema al que se enfrenta la economía es que no se han corregido las causas que motivaron la Gran Recesión. No se han tomado las medidas oportunas para tratar de evitar las crisis financieras y las burbujas inmobiliarias. Un capitalismo con cada vez menos regulaciones del mercado y que, por tanto, resulta más tendente a la inestabilidad como consecuencia de la vulnerabilidad del sistema financiero. El capitalismo de casino, como lo denominaba Keynes, se ha impuesto sobre la economía productiva y sobre la posibilidad de un crecimiento basado en la equidad y cohesión social. Además de ello se está produciendo una expropiación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales.

El mayor problema al que se enfrenta la economía es que no se han corregido las causas que motivaron la Gran Recesión. No se han tomado las medidas oportunas para tratar de evitar las crisis financieras y las burbujas inmobiliarias. Un capitalismo con cada vez menos regulaciones del mercado y que, por tanto, resulta más tendente a la inestabilidad como consecuencia de la vulnerabilidad del sistema financiero

Fontana, en su libro póstumo Capitalismo y Democracia 1756-1848. Cómo empezó este engaño (Crítica, 2019) hace una equiparación histórica entre lo que pasó entonces y lo que sucede ahora: “Lo que se ha intentado con este ejercicio de crítica histórica es sacar a la luz la trama oculta de las políticas encaminadas a favorecer el desarrollo del capitalismo que el relato académico olvida en su narrativa global de los acontecimientos de una época fundamental del pasado. Un desarrollo basado, inicialmente, en arrebatar la tierra y los recursos naturales a quienes los utilizaban comunalmente y en liquidar las reglamentaciones colectivas de los trabajadores de oficio con el propósito de poder someterlos a nuevas reglas que hiciesen posible la expropiación de de gran parte del fruto de su trabajo”.

En el capitalismo actual, como señala con acierto, el primer objetivo ha sido recuperar el dominio total sobre los trabajadores. Lo salarios no han respondido al espectacular aumento  de la productividad desde fines de la década de los años setenta. No obstante, el aspecto quizá más espectacular de esta reconquista del poder del capitalismo es el que hace referencia a la usurpación en el mundo campesino de la tierra y de los recursos naturales, especialmente el agua.

Se está, por lo tanto, en una vuelta hacia los orígenes del capitalismo, salvando las distancias en el nivel de desarrollo alcanzado, por lo que supone expropiaciones del trabajo y los recursos naturales como las que se dieron en aquella época lejana. El hambre y la pobreza siguen presentes en el mundo actual a pesar de los progresos habidos. El subdesarrollo sigue presente y en las sociedades desarrolladas hay también subdesarrollo. El crecimiento actual se encuentra muy lejos de lo que el Programa de las Naciones Unidas define como desarrollo humano. El crecimiento y el mercado, por sí mismos, no llevan hacia ese desarrollo humano. Hacen falta mecanismos e intervención pública a escala internacional y nacional y otro tipo de desarrollo menos especulativo que favorezca que todos los ciudadanos puedan tener una vida digna.


*Catedrático Emérito de la Universidad Complutense  y presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado(CEAR). Ha sido Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense(1984-1998) y Rector de esta Universidad(2003-2011). A lo largo de su carrera docente ha impartido enseñanzas de Estructura Económica Mundial y Desarrollo Económico. Tiene numerosas publicaciones entre las que destacan los libros Los desafíos de la economía mundial en el siglo XXI(Nivola,2002) y los escritos conjuntamente con José Luis Sampedro Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después (Taurus, 1996) y La Inflación (Al alcance de los ministros) (Debate, 2012).