Europa debe liderar los avances tecnológicos

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Presidentes y responsables de compañías y entidades financieras líderes en nuestro país reclaman estabilidad política y económica, una apuesta decidida por la tecnología y denuncian el auge del euroescepticismo populista en el seno de la Unión Europea.

 

La fuerza de la Unión

Olga Sánchez
CEO de AXA España

Mis amigos de la revista ‘El Siglo’ me piden mi opinión sobre esta nueva etapa que afronta la Unión Europea tras los resultados electorales del pasado mes de mayo. Y lo primero que me viene a la cabeza es un sentimiento de preocupación. La crisis económica, el paro y la globalización ha hecho estragos sobre una gran parte de la población, que ha tomado como chivo expiatorio de todos sus males a la clase política y a los inmigrantes. Y ese es el caldo de cultivo en el que se está cocinando el peligroso auge de los populismos en toda Europa, principal amenaza para el bienestar de la región.

Hay que decir algo alto y claro: el mayor periodo de paz que vive nuestro continente se lo debemos precisamente al proyecto europeo, a esa idea de integración supranacional. Ninguna otra región del mundo ha destinado durante tantas décadas tantos fondos a gasto social, políticas de igualdad y progreso. Y esto es lo que ha hecho posible este periodo de paz al que me refiero. Porque como bien dice Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional Público y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, a problemas comunes hay que buscar soluciones comunes. No caben soluciones unilaterales. Y la inmigración es solo un ejemplo.

Pese a nuestras discrepancias, debemos defender por encima de todo ese gran proyecto que es Europa, seguir viendo a franceses, alemanes o italianos no como nuestros vecinos, sino como nuestra familia. Porque todos formamos parte de ella. Y es el mantenimiento y fortalecimiento de esos lazos de unión el mayor desafío de futuro que yo veo para la Unión Europea y el nuevo Parlamento.

Crecimiento sosteniblee inclusivo

José Ignacio Goirigolzarri
Presidente de Bankia

Desde hace más de tres décadas, la Unión Europea se ha enfrentado a importantes retos desde el punto de vista económico, social y político.
La visión de una Europa unida, junto al esfuerzo de todos sus ciudadanos, ha propiciado el periodo más largo y duradero en términos de paz, progreso y desarrollo económico y social en la historia de nuestro continente.
Pero dicho esto, los nuevos retos, a los que como sociedad europea nos enfrentamos, son de gran calado.

Europa tiene que hacer frente a problemas más estructurales, como el envejecimiento de su población, la gestión de la inmigración o la defensa de su poder geopolítico en un mundo más abierto, más digital y más comprometido con la sostenibilidad medio ambiental, con otros desafíos más coyunturales, como la guerra comercial, la corriente euroescéptica o el propio Brexit.
Siendo consciente de que estos desafíos no son menores, también tenemos que tener presente que sólo una Europa unida, que trabaje por el interés común y con visión de largo plazo, puede afrontarlos con ciertas garantías.
La defensa de un interés común que haga de un crecimiento sostenible e inclusivo su seña de identidad. La Unión Europea tiene que asegurarse que todos los países y que todos los ciudadanos que la componen participen del desarrollo económico y social.

De igual modo, las políticas comunitarias tienen que abordar estos desafíos con una visión estratégica de largo plazo.

En esta nueva etapa de la Unión Europa debemos tomar medidas estructurales para mejorar nuestra productividad y asegurar el llamado estado del bienestar para futuras generaciones. Y es que, en la actualidad, la UE representa el 7% de la población mundial, pero más del 40% del gasto social de los países de la OCDE.

Y en esta mejora de la productividad, tenemos que invertir en sectores estratégicos, como son la tecnología y la transición energética.
Ante un panorama global tan incierto y con tanta fragmentación, afrontar estos retos de una manera decidida nos puede dar, como europeos, una gran oportunidad de retomar un liderazgo mundial apoyándonos en una renovada cooperación internacional, la vuelta al multilateralismo y la búsqueda de un crecimiento sostenible e inclusivo.

Y España, como parte indisoluble del futuro común europeo, tiene que participar de este liderazgo.

Estamos ante una enorme oportunidad. Y tenemos la obligación de aprovecharla liderando un proceso que nos lleve a una Europa más fuerte y más unida.

Desafío para Europa

Enric Fernández
Economista jefe de Caixabank

La Unión Europea (UE) inicia una nueva legislatura y estrena Comisión con importantes desafíos por delante. Algunos de ellos, muy a corto plazo. Otros, de largo recorrido. El futuro de la Unión, de los países que la componen y de sus ciudadanos se verá influido notablemente por la forma en que se haga frente a todos ellos.
En el plano económico, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el Brexit y los problemas en el sector del automóvil han provocado una desaceleración que aún no parece haber tocado fondo. Alemania, la principal economía europea, probablemente, haya entrado en recesión en el tercer trimestre del año. En el plano político, por supuesto, tenemos la salida del Reino Unido de la UE, un hito que, de confirmarse, supondría la interrupción de una tendencia sostenida del proyecto europeo hacia una siempre mayor integración, sin retrocesos apreciables. Y aún está por ver si la salida sería traumática o negociada.

En este contexto, es urgente que la UE refuerce sus mecanismos para hacer frente a un contexto económico adverso, algo especialmente importante para los 19 países que comparten el euro como moneda única. En este sentido, sería oportuno revisar las reglas fiscales de la UE, excesivamente complejas y, por ello mismo, poco transparentes, y que no han promovido suficientemente la implementación de políticas contra cíclicas.

Estas reglas, además, necesitan complementarse con una capacidad fiscal centralizada que ayude a hacer frente a choques asimétricos –aquellos que afectan más a unos países que a otros– y que contribuya a la estabilización macroeconómica del conjunto de la Unión. En otras palabras, necesitamos avances hacia una Unión Fiscal. En un momento en el que el margen de actuación de la política monetaria ha llegado a su límite, es imprescindible reforzar el protagonismo de la política fiscal.
También es prioritario completar la Unión Bancaria y la Unión de los Mercados de Capitales. Ambas son necesarias para profundizar en la integración financiera de una Unión, un mecanismo que facilita la compartición de riesgos entre los residentes de distintos países. En el ámbito de la Unión Bancaria, urge superar la actual situación de bloqueo del Sistema Europeo de Garantía de Depósitos y ser ambiciosos en su diseño para que suponga un sistema verdaderamente mutualizado.

Además de estos desafíos inmediatos, Europa, como otras economías avanzadas, se enfrenta a la necesidad de gestionar una serie de cambios estructurales de enorme calado y largo recorrido: la transformación digital, la transición energética y el envejecimiento de la población. Hacer lo posible para preparar a nuestras economías y nuestros ciudadanos para estos desafíos, y hacerlo con un proyecto que una e ilusione, será también uno de los grandes retos de la UE en los próximos años.

Volver a conquistar a los europeos

José Luis López de Silanes
Presidente del Grupo CLH

La Unión Europea es el resultado de un proyecto común surgido de la ilusión de unos pocos y también de una sucesión de milagros, que han hecho posible que perdure a lo largo de estas últimas seis décadas, gracias a la voluntad inequívoca de sus integrantes y pese al escepticismo de muchos.
Actualmente, la Unión Europea agrupa a más de 500 millones de habitantes y con un PIB de 16 billones de euros es, junto con Estados Unidos, la mayor economía del planeta, lo que le proporciona una capacidad para defender los intereses de sus ciudadanos que ninguno de los países que la forman, ni siquiera los más grandes tendrían por sí solos.

Por ello, y ante el auge de los movimientos nacionalistas y populistas con profundas raíces euroescépticas que proliferan en algunos de los países que configuran la actual Unión Europea, la principal petición que cabe hacer a la Unión Europea es que sea capaz de sobrevivir y continuar consolidándose a pesar de este entorno incierto e inestable.

Para ello, sin duda será necesario que la Unión Europea vuelva a conquistar el corazón de los europeos con un proyecto capaz de generar al mismo tiempo ilusión y compromiso y de resolver los problemas que acucian a sus ciudadanos.
Según el último Eurobarómetro publicado antes de las elecciones europeas, casi 7 de cada diez europeos –sin contar a los británicos– consideraban que sus respectivos países se han beneficiado de la integración.

En el caso de España los beneficios de nuestra integración en la Unión Europea son evidentes y nadie puede negar la influencia que tuvo la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea en 1986 en el impresionante desarrollo que ha logrado nuestro país desde entonces.

Por esta razón, lo que cabe pedir a la Unión Europea es que sea capaz de adaptarse a las realidades y necesidades del siglo XXI, que desempeñe un papel relevante en el mundo y que ofrezca soluciones adecuadas a los problemas reales de los europeos.

Con el fin de lograr estos objetivos la Comisión Europea ha definido una nueva agenda estratégica para 2019-2024 centrada en cuatro prioridades clave: proteger a los ciudadanos y las libertades; desarrollar una base económica sólida y dinámica; construir una Europa climáticamente neutra, ecológica, justa y social; y promover los intereses y valores europeos en la escena mundial, que solo el tiempo nos dirá si coinciden realmente con las necesidades que tenemos realmente los ciudadanos españoles y el resto de ciudadanos europeos, en esta nueva etapa de la historia.

El papel de Europa ante la emergencia climática

Antonio Llardén
Presidente de Enagás

La Unión Europea se encuentra en un momento decisivo para su futuro, con retos tan complejos por delante como el Brexit, la crisis migratoria, la amenaza de una nueva desaceleración económica o el ascenso de los populismos.

Junto a éstos, uno de los desafíos más acuciantes es la lucha contra el cambio climático. Su importancia y urgencia es ya incuestionable: en las dos últimas décadas hemos tenido 18 de los años más calurosos registrados. Ciudades como Yakarta, en Indonesia, se hunden entre 10-20 centímetros al año por la subida del nivel del mar. En otras áreas urbanas, el problema está en la calidad del aire: según la Organización Mundial de la Salud, siete millones de personas mueren cada año por la contaminación.

Con este escenario, es imprescindiblecontar con instituciones fuertes que impulsen de manera decidida la transición hacia una economía descarbonizada. El hecho de que la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, haya asignado las competencias en cambio climático a una de las tres vicepresidencias ejecutivas demuestra que la descarbonización sigue siendo una prioridad para la Unión Europea.

Esto es una buena noticia, porque el momento de actuar es ahora. Los planes nacionales integrados de energía y clima que han presentado los distintos Estados quedarán aprobados a finales de este año, lo que marcará el paso definitivo de los compromisos a la acción. Una nueva etapa en la que todos tenemos mucho que aportar: los Estados, los ciudadanos y por supuesto también las empresas.

Sin embargo, para que esta transición energética sea real, tiene que ser justa. Tenemos que ser conscientes de que cumplir los objetivos temporales deseados sólo será posible si contamos con una energía de respaldo, como es el gas natural, y con unas infraestructuras que faciliten la integración de otras energías limpias como el hidrógeno y el biometano.

Confío en que esta nueva Europa, renovada tras las elecciones y los últimos nombramientos, siga ejerciendo el papel de liderazgo que ha venido cumpliendo en los últimos años. Esto es fundamental para cumplir los objetivos medioambientales y, al mismo tiempo, para asegurar esa transición socialmente justa, que venga acompañada de desarrollo y progreso para todos.

Confianza en las instituciones

Antonio Huertas
Presidente de Mapfre

En estos tiempos de populismos y descrédito de las instituciones políticas, es conveniente poner en valor lo que hemos conseguido entre todos los europeos, en el proyecto de construcción de la Unión Europea: desde su fundación, la UE ha brindado más de medio siglo de paz, estabilidad y prosperidad a más de 500 millones de personas; ha ayudado a elevar el nivel de vida de sus ciudadanos (solo en España, la renta per cápita ha pasado de 5.000 dólares en 1985 a 25.000 dólares en 2018), y más de 340 millones de habitantes de la UE en 19 países disfrutan de una moneda común.

Los beneficios no sólo tienen que ver con el plano económico. En estos años, hemos configurado entre todos un espacio común de libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores. Gracias a la abolición de los controles fronterizos entre los países de la UE, las personas pueden viajar libremente por la mayor parte del continente. Y se ha vuelto mucho más fácil vivir, trabajar y viajar al extranjero en Europa. Todos los ciudadanos de la UE tienen el derecho y la libertad de elegir en qué país de la UE desean estudiar, trabajar o jubilarse.
Y sin embargo, la Unión Europea no puede permitirse ni un segundo de relajación. Los europeos nos enfrentamos en los próximos años a una etapa decisiva en el proceso de consolidación de nuestra identidad como ciudadanos que comparten una estructura política común.

La nueva Comisión Europea, presidida por Ursulavon der Leyen, toma formalmente las riendas del ejecutivo de la UE en la medianoche del 31 de octubre, justo en el preciso momento en que, si nada lo impide en las próximas semanas, está previsto que Gran Bretaña haga efectiva su salida de la UE.
Y a las consecuencias imprevistas de un posible Brexit desordenado, hay que añadir otros desafíos que el continente afronta en el corto plazo: una recesión económica que se avecina (con Alemania, la principal economía del bloque, a las puertas de una recesión técnica) en medio de divisiones entre algunos de sus miembros sobre migración o sobre cómo complementar con medidas fiscales la actuación en política económica del Banco Central Europeo; a todo ello hay que sumarle, por supuesto, el impacto global de las guerras comerciales en un mundo que se ha vuelto cada vez más inestable.

Pero por encima de todo, como empresario español y europeo comprometido con un desarrollo inclusivo de nuestras sociedades, confío en que la Unión Europea sea capaz de asumir un rol clave en dos asuntos que van a marcar la agenda en los próximos años.

Por un lado, el cambio climático, un desafío para la humanidad cuya respuesta al máximo nivel Europa debería abanderar. No es un problema para las próximas décadas. Es aquí y ahora. Ya está haciendo que eventos extremos como el huracán Dorian sean más probables. El retraso en hacerle frente significa que la humanidad sufrirá más daño y enfrentará una lucha mucho más costosa para recuperar el tiempo perdido. Las generaciones futuras no nos van a perdonar si no actuamos.

Y en segundo lugar, la envejecida Europa debería servir de ejemplo al mundo en la preparación de nuestras sociedades para la transformación que va a suponer la revolución de las canas. Los europeos vamos a vivir cada vez más años, lo cual es una gran noticia, pero es necesario garantizar que las estructuras económicas permitan a las futuras y crecientes cohortes de personas mayores (una cuarta parte de la población será mayor de 65 años en 2050, según la ONU) vivir con garantías. Estamos ante un cambio social imparable y tenemos la oportunidad de pilotarlo ahora para gestionarlo en positivo.

En resumen, confío en que nuestros gobernantes sepan dar respuesta a todos estos desafíos, y podamos seguir construyendo entre todos esta historia de éxito que es la Unión Europea.

Más voces, pero menos convincentes

Roland Schell
Presidente de Mercedes-Benz España

La nueva configuración del Parlamento Europeo presenta un panorama más compartido en comparación al 2014. Con 182 escaños el partido popular europeo sigue siendo la formación política más fuerte en la Eurocámara seguido de los socialistas y socialdemócratas que obtuvieron 147. Sin embargo estos dos partidos políticos, que hasta ahora gobernaban en solitario, han perdido una treintena de escaños cada uno. Esta nueva realidad ya no les permite sumar la mayoría absoluta.

Han aparecido nuevas formaciones y otras se han visto reforzadas. El grupo liberal obtiene 40 escaños más y también ganan apoyo los Verdes y dos de los tres grupos de euroescépticos.

Ante esta situación, los partidos europeos tendrán que hacer grandes esfuerzos para formar una comunión de ideas que sean aceptadas por la mayoría. Solo alcanzando acuerdos de Estado será factible mantener niveles estables de empleo, una industria competitiva e inversiones suficientes para mantener crecimientos económicos que permitan seguir con los niveles de bienestar actuales.

Esta realidad no difiere mucho de la española, italiana, alemana, entre otras, lo que demuestra la tendencia hacia la atomización y el pluripartidismo que estamos viviendo en toda Europa. Esta situación hace cada vez compleja la gobernabilidad no solo en Europa, sino también en sus estados miembros, lo que se está reflejando en crecimientos económicos pobres y una clara pérdida de su liderazgo tecnológico en favor de China y EE UU.

La industria de automoción no es ajena a esta situación. Anuncios de nuevas restricciones hacen que los compradores entren en una situación de incertidumbre que está provocando fuertes caídas en las ventas, poniendo en peligro miles de puestos de trabajo. Desde la industria se está pidiendo a las diferentes Administraciones un consenso para establecer un cuaderno de ruta que sea realista y que permita una suave transición hacia la movilidad libre de emisiones para evitar desestabilizar a un sector que representa en Europa el 3,8% del PIB y es responsable del 12,5% de sus exportaciones.

El desbloqueo político es prioritario

Ignacio Garralda
Presidente de Mutua Madrileña

La Unión Europea afronta una preocupante situación de bloqueo político en algunos de sus principales países socios (Gran Bretaña, Italia, España…) que debe resolverse, de forma prioritaria. Sólo así la región podrá centrarse en sacar adelante los otros muchos desafíos que tiene para consolidar su senda de crecimiento y confirmar su capacidad de liderazgo mundial.

Profundizar en la Unión Económica y Monetaria (UEM) dotándola de mayor capacidad para dar respuesta a futuras crisis, completando la unión bancaria y creando un mercado único de capitales figuran entre los grandes retos económicos a los que se enfrenta la región. Igualmente, el reparto de los presupuestos de los 27 para el periodo 2021-2027, siempre problemático, es otra prioridad económica. A ellos se une la necesidad imperiosa de encontrar una razonable solución para el Brexit, así como avanzar en la integración del comercio internacional, más si cabe en el contexto actual de auge del proteccionismo en el que Europa ya se está viendo afectada por las tensiones comerciales generadas principalmente entre Estados Unidos y China.

No hay que olvidar, además, otro desafío importante: avanzar en economía digital, un sector estratégico en el que Europa tiene que saber hacer frente a la feroz competencia asiática y americana.

En materia de defensa y seguridad, aunque en los últimos años se han producido avances, en el horizonte se encuentra la creación de un ejército europeo y su encaje en la OTAN, así como el desarrollo de capacidades para rechazar amenazas como los ciberataques o las “fake news”, que pueden erosionar nuestros sistemas democráticos. Y no podemos restarle importancia al tema migratorio: es claramente necesario un proyecto de una política común europea de control de fronteras.

Por último, actuar frente al cambio climático es ya un firme compromiso. Existe una clara voluntad por liderar la transición ecológica. No obstante, ello exigirá, lógicamente, un gran esfuerzo monetario y fiscal.

Estabilidad política, trabajo, compromiso y diálogo son, por tanto, los mayores anhelos que podemos tener como base para lograr un futuro mejor, que permita avanzar a las diversas sociedades que componen hoy la Unión Europea, entre ellas España, y proteger a los ciudadanos y las libertades, desarrollar una base económica sólida y dinámica, construir una Europa climáticamente neutra, ecológica, justa y social y promover los intereses y valores europeos en el mundo.

Conciliar para generar prosperidad

Antonio Cortina
Director adjunto del Servicio de Estudios del Banco Santander

La nueva Comisión Europea asumirá sus funciones el 1 de noviembre. La Presidenta Von der Leyen ha definido a su Comisión como “geopolítica”, lo que es oportuno y positivamente ambicioso. Además es consistente con las directrices que ha fijado a sus comisarios.

Las prioridades van en la línea de lograr una política exterior más unida y asertiva, impulsar el desarrollo tecnológico –que se ha convertido en un factor de soberanía-, replantear las políticas de competencia e inversión directa, coordinar el tratamiento fiscal en el ámbito de las tecnológicas, profundizar en las políticas de libre comercio, reforzar las prioridades medioambientales, impulsar el crecimiento inclusivo, fijar políticas de inmigración y profundizar en la Unión Económica y Monetaria.

Cuando se revisan con un poco más de detalle los retos a abordar, rápidamente surge un problema de competencias. El reparto entre Comisión –o el conjunto de instituciones de la UE- y estados miembros conduce a que, sin un apoyo amplio o incluso unánime de éstos, los avances serían limitados. Sin embargo, la coyuntura política, económica y social demanda respuestas ambiciosas.
Por tanto, es imprescindible que la Comisión trate de conciliar las diferencias en dos aspectos. Por un lado, la falta de confianza entre algunos estados miembros, que con frecuencia se resume en los recelos entre el Norte y el Sur –en temas económicos por ejemplo- y entre el Este y el Oeste –en temas sociales-. Por otro lado, las diferencias de visión en cuanto a qué marco institucional es necesario para que la UE, y muy especialmente la Eurozona, para la estabilidad y la prosperidad.

A juicio de muchos, el marco institucional está hoy lejos de ser óptimo. La situación económica y social de la UE y su pérdida de influencia en la esfera internacional en parte obedece a ello. Por ejemplo, el hecho de que no exista una sola unión monetaria sin una política fiscal común y un activo financiero común libre de riesgo parece indicativo de que algo hay que hacer. Hay ejemplos en distintos ámbitos de soluciones que no son eficientes, que necesitan ajustes.

Cuanto antes se aborden, si es posible sin esperar a que vuelvan coyunturas delicadas, mucho mejor. Mejor para la UE y mejor para la sociedad española. La política europea –en cuyo diseño participamos como estado miembro, no cae del cielo- es política ”nacional”. Con frecuencia de tanta trascendencia como la que se hace en los parlamentos de los estados.

Liderar la transformación digital

Pablo de Carvajal
Secretario General y Asuntos Regulatorios de Telefónica España

Europa afronta en los próximos meses mucho más que un simple relevo institucional. En un escenario de redefinición de los equilibrios de poder y lucha sin tregua por la supremacía a nivel mundial entre dos potencias como Estados Unidos y China, Europa necesita encontrar su espacio y, tal como señaló la Canciller Merkel, tomar las riendas de su propio destino. En ningún otro campo esta afirmación es tan acertada como en el de la digitalización.

Si tenemos en cuenta la magnitud de la transformación que la revolución digital está ocasionando en todos los ámbitos de la vida económica y social, parece claro que Europa no puede conformarse con ser un mero usuario de tecnologías desarrolladas por terceros, bajo criterios no necesariamente alineados con los principios y valores que sustentan el proyecto europeo.

Desde esta perspectiva, espero que Europa lidere un proceso de digitalización que ponga la tecnología al servicio de las personas y no a la inversa. Es clave que todos los ciudadanos europeos confíen en la tecnología y se beneficien de las oportunidades asociadas a una digitalización transparente e inclusiva, no estrictamente enfocada en la extracción del valor asociado a sus datos.

Al mismo tiempo es necesario definir una política industrial que sustente el desarrollo en Europa de capacidades en tecnología artificial, computación en la nube y supercomputación apoyándose en el pilar básico de la conectividad con redes de banda ultra ancha.

Una política industrial que permita a los jugadores europeos ganar escala y competir con los gigantes tecnológicos de terceros países con las mismas reglas de juego. Una política industrial que permee en un principio rector y transversal de estímulo a la competitividad europea tanto en la regulación de los sectores económicos como en la aplicación del derecho de la competencia. Una política industrial, en definitiva, que fomente la inversión y la innovación en Europa.
Para que la sociedad española avance hacia un futuro mejor, le pido a Europa compromiso y agilidad para impulsar su propio modelo de transformación digital apoyado en una apuesta decidida por el desarrollo de sus propias capacidades tecnológicas.”

La Unión Europea ante los retos futuros

Manuel Azuaga
Presidente de Unicaja Banco

En 2019 se conmemora la efeméride del vigésimo aniversario del nacimiento del euro. Se trata, sin lugar a dudas, de un hito muy significativo en el proyecto de la Unión Europea, que ha permitido avanzar de manera notable en el proceso de integración económica, comercial y financiera entre los países del Viejo Continente. Destacables han sido igualmente los logros sociales, políticos e institucionales alcanzados, si bien se han visto en cierto modo difuminados por los efectos de la pasada crisis económica, el renacimiento de los nacionalismos y la proliferación de medidas proteccionistas como movimientos defensivos frente a la globalización, y la más que probable salida de una economía de la significación de la británica.

Para que se disipen las dudas acerca del futuro del proyecto europeo y se avance en la configuración de un bloque capaz de competir con las otras grandes potencias a escala mundial, se precisa que, en el seno del Parlamento y de la Comisión Europea recientemente constituidos, se adopten medidas eficaces para establecer las bases sobre las que afrontar los numerosos desafíos que se derivan de un entorno complejo en plena fase de transformación.

En este sentido, resulta necesario desarrollar actuaciones de política económica que permitan paliar los efectos de la persistencia de un escenario de bajo crecimiento y tasas de inflación muy moderadas, y avanzar en la resolución de otros problemas de corte estructural, entre los que ocupan un lugar destacado el reducido crecimiento de la productividad y el mantenimiento de elevados niveles de endeudamiento, tanto público como privado. La aplicación de las medidas que se adopten no debe atender exclusivamente al corto plazo, sino también orientar su respuesta ante posibles futuras recesiones. En esta línea, convendría analizar posibles alternativas de refuerzo de la política monetaria, a fin de complementarla con la mejor combinación del resto de políticas económicas como son la fiscal, la presupuestaria, la regulatoria, la macroprudencial y la de oferta. Adicionalmente, se necesita afrontar reformas en el ámbito de la gobernanza y la arquitectura institucional. En este campo es prioritario canalizar los esfuerzos en completar a la mayor brevedad posible la Unión Bancaria y reforzar la unicidad de los mercados de capitales, así como en incorporar instrumentos fiscales de estabilización.

En definitiva, como se señalaba en el ‘Informe de los cinco presidentes’ de 2015, reforzar Europa requiere poner en marcha acciones de mayor alcance para que el proceso de convergencia sea más efectivo, de manera que podamos aspirar a alcanzar altas cotas de prosperidad económica y desarrollo social, de la que se beneficien todos los ciudadanos de los estados miembros.