Pero, ¿no nos quejábamos de que la democracia se limitara a votar cada cuatro años?

713

Sin Maldad / José García Abad.

La verdad es que no sé de qué nos quejamos los que asegurábamos que una democracia se limitaba a votar cada cuatro años para elegir a nuestro Gobierno.

Deberíamos estar felices de que últimamente lo hagamos una media de una vez al año y más últimamente, cada seis meses. A mí, que me encuentro en avanzada edad, me entra una risa macabra al recordar lo que durante el franquismo hubiera deseado votar aunque fuera a diario.

Me da la impresión, quizás equivocada, de que lo del hartazgo de votar tanto es mayormente cosa de tertulianos y tópico de taberna para romper el hielo, como hablar del tiempo.

Ciertamente nos hubiera gustado que se hubiera conseguido alguna combinación que nos garantizara un Gobierno estable durante el acostumbrado periodo de los cuatro años que antes duraban las legislaturas, pero, de no ser posible, la solución es recurrir de nuevo al pueblo soberano, en las urnas.

Se ha dicho, y con razón, que los males de la democracia con más democracia se curan. Ciertamente nos hubiera gustado que se hubiera conseguido alguna combinación que nos garantizara un Gobierno estable durante el acostumbrado periodo de los cuatro años que antes duraban las legislaturas, pero de no ser posible, la solución es recurrir de nuevo al pueblo soberano, en las urnas, y no como se hacía en algunos países de la civilizada Europa en los años treinta recurriendo a un dictador de mano dura.

 

A los políticos los elegimos nosotros

Tampoco comparto, y esto sí que es peligroso por las connotaciones autoritarias que conlleva, calificar despectivamente a los políticos. Como si a los políticos no los hubiéramos elegido libremente nosotros en las sagradas urnas denostadas por algunos.

Refiriéndome concretamente a la España de hoy soy consciente de que la cosa no estaba nada fácil como no lo está en el Reino Unido, madre de las democracias representativas, donde el Parlamento no encuentra la forma de alcanzar un acuerdo.

Comprendo que Pedro Sánchez haya optado por nuevas elecciones antes de tragar con lo intragable, política y éticamente hablando. Antes de aceptar combinaciones antinatura para mantenerse en el poder a toda costa. Asume, evidentemente riesgos, para él y para la izquierda, pues las elecciones las puede cargar el diablo y podría provocar la abstención de simpatizantes, algo que no creo que se les ocurra a la gente de derechas, cuyo objetivo supremo es que no gobiernen las izquierdas. Pero asumir ese riesgo me parece que es lo que hay que hacer por coherencia e imperativo moral.

 

Creo a Sánchez cuando dice que ha hecho todo lo posible

Creo a Sánchez cuando asegura que ha hecho lo posible y casi lo imposible, a izquierda y a derechas, para conseguir los votos necesarios. No ha sido posible por la izquierda ante la intransigencia de Pablo Iglesias, que no admitía acuerdo alguno que no pasara por meter a Unidas Podemos en el Gobierno, lo que hubiera llevado a la debilidad del mismo, víctima de contradicciones internas insoportables.

No tiene la culpa Sánchez de que Ciudadanos haya desertado del centrismo para tratar de convertirse, con el sorpasso al Partido Popular, en el líder hegemónico de la derecha. Tampoco tiene la culpa de que el PP de Pablo Casado no se haya abstenido como hizo el PSOE con Mariano Rajoy, aunque él, Pedro Sánchez, personalmente acuñara el “no es no”. Lo que cuenta es la decisión de los partidos, donde funciona, como en todas las entidades, la continuidad de responsabilidades.

No creo que hoy pueda predecirse lo que ocurrirá el 10 de noviembre pero entonces hablará el pueblo cuando, en el momento sagrado de emitir su voto, tendrá en cuenta lo más conveniente para el país. Caiga quien caiga.


Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.