Sánchez aplaza La Moncloa

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Sánchez aplaza La Moncloa
Se dan en España otras razones que el corazón entiende mejor que la cabeza: la profunda enemistad histórica, en algún caso de puro odio, entre los compañeros socialistas y comunistas, una enemistad que se prolongó en el PSOE durante su largo gobierno en el exilio. Ya en la restauración de nuestra democracia a Santiago Carrillo le resultó más fácil entenderse con Adolfo Suárez que con Felipe González. Como a Julio Anguita le fue más cómodo amigarse con Aznar que con González, a quien veía en otra orilla. Carrillo fue pionero en abstenerse en una moción de censura contra Suárez mandando a una porción de sus diputados a tomarse un gin-tonic en el bar del Congreso en el momento de una votación que el presidente tenía perdida. Con el adversario total se puede llegar a pactos de caballeros pero cuando los más afines ideológicos se juegan el mismo electorado, el compañero se convierte en lobo para el compañero y prevalece la desconfianza.

Sánchez aplaza La Moncloa

 

Sin Maldad
José García Abad*

 

El Candidato pronunció en la última fase de la ceremonia de investidura hermosas palabras patrióticas: “No quiero el poder a cualquier precio”, y expresó que por encima del mismo estaba el bien de España.  Frases dignas del almirante Méndez Núñez: “Prefiero honra sin barcos a barcos sin honra”, pronunciadas en la guerra hispano-sudamericana.
No dudo de la sinceridad de su retórica pero Sánchez, como todo político, sabe que su obligación es conseguir el poder. Su negativa a aceptar las propuestas/exigencias de Pablo Iglesias como indeseables para el gobierno de España le ha supuesto un revolcón en la investidura. Se ha tragado un sapo necesario, un sapo dulce que lo acredita como el hombre necesario para liderar la izquierda posible.

Hemos asistido durante los últimos días a frenéticas conversaciones entre dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos que no llegaron nunca a ser negociaciones puesto que en el fondo, en uno y en el otro bando, se sabía que Pedro Sánchez nunca aceptaría una coalición que deviniera en un gobierno dentro de su gobierno que debía ser uno: el gobierno de España.

Nunca admitiría un realquilado en Moncloa

Nunca admitiría un realquilado en el Palacio de La Moncloa con exclusivo acceso a distintas habitaciones, con habitaciones incontroladas; que administraría parcelas de poder generando clientela propia, confusión sobre su proyecto y menoscabo de su autoridad como jefe del Gobierno de España.

Quizás, aunque me cueste decirlo, estoy tentado a pensar que resultaría más fácil un gobierno de coalición con el adversario, con la derecha, donde sus pretensiones están claras y es fácil ceder parcelas perfectamente delimitadas, que con la izquierda de la izquierda que representa Pablo Iglesias y que quizás difumine la raya de lo posible.
Al borde de la difusa frontera que deslinda lo realizable de la utopía son muy distintas las apreciaciones de Pedro y de Pablo; del PSOE que ha gobernado España más que nadie respecto a Unidas Podemos, que no se ha estrenado todavía significativamente en la gestión de la cosa pública.

Éste es uno de los factores que diferencia las negociaciones a las que hemos asistido apasionadamente de las distintas ediciones de la Gran Coalición Alemana, de la ‘Große Koalition’, firmada tras muchos forcejeos y miles de folios.

Socialistas y sus compañeros comunistas alimentan un odio histórico

Se dan en España otras razones que el corazón entiende mejor que la cabeza: la profunda enemistad histórica, en algún caso de puro odio, entre los compañeros socialistas y comunistas, una enemistad que se prolongó en el PSOE durante su largo gobierno en el exilio.

Ya en la restauración de nuestra democracia a Santiago Carrillo le resultó más fácil entenderse con Adolfo Suárez que con Felipe González. Como a Julio Anguita le fue más cómodo amigarse con Aznar que con González, a quien veía en otra orilla. Carrillo fue pionero en abstenerse en una moción de censura contra Suárez mandando a una porción de sus diputados a tomarse un gin-tonic en el bar del Congreso en el momento de una votación que el presidente tenía perdida.

Con el adversario total se puede llegar a pactos de caballeros, pero cuando los más afines ideológicos se juegan el mismo electorado, el compañero se convierte en lobo para el compañero y prevalece la desconfianza.


*Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.