Sánchez se encomienda al 10-N

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Pedro Sánchez no pierde de vista unas encuestas que señalan que podría formar una mayoría sin contar con los independentistas de ERC. / EUROPA PRESS

Manuel Capilla.

Las últimas encuestas han ratificado a Pedro Sánchez y al núcleo duro de Moncloa en que, si Pablo Iglesias no renuncia a última hora a un Ejecutivo de coalición, unas nuevas elecciones le ofrecen la posibilidad de aumentar su mayoría en la Cámara Baja y poder imponer, entonces sí, sus condiciones. Pero no falta quien se tienta la ropa en las filas del PSOE y alerta de que las encuestas las carga el diablo, recordando el caso de Artur Mas en 2012, que adelantó los comicios impulsado por los sondeos y sufrió una debacle que marcó el principio del fin de su carrera política.

 

“Yo no quiero elecciones”. Con esta frase, Pedro Sánchez hizo brotar buen número de murmullos y sonrisas en la sesión de control que se celebró el pasado miércoles. Y es que en el Madrid político y mediático, hace tiempo que se asume que el presidente del Gobierno en funciones ha puesto rumbo a la repetición electoral guiado por unas encuestas que predicen que podría articular una mayoría apoyado sólo por Unidas Podemos y el PNV, sin necesidad de vérselas con ERC, como ahora sucede. Y si Iglesias no se deja torcer el brazo, alguien cederá, piensan en Moncloa. Quizás un Albert Rivera al que los sondeos dibujan las peores perspectivas de los cinco partidos nacionales.

Nunca como ahora ha estado tan clara la preferencia por la opción electoral en el seno del PSOE. En julio hubo debate. Un debate profundo entre quienes estaban dispuestos a integrar a Unidas Podemos en el Gobierno y quienes no querían a los morados ni en pintura. En ese momento, los partidarios del Ejecutivo de coalición ganaron la partida. Pero tras la negativa de Iglesias a la última propuesta, quienes defendieron esa posibilidad en julio ya no se atreven a levantar la voz. Quienes, ante la disyuntiva de coalición o elecciones, prefieren las elecciones, se han llevado ahora el gato al agua.

Si Iglesias no se deja torcer el brazo, alguien cederá, piensan en Moncloa. Quizás un Albert Rivera al que los sondeos dibujan las peores perspectivas de los cinco partidos nacionales.

 

Nadie contradice a los líderes

Así las cosas, en el PSOE se han cerrado filas con Sánchez, que ya no oye las voces críticas que tenía que oír cuando Susana Díaz pensaba que Madrid la esperaba con los brazos abiertos. Un cierre de filas que se ha fraguado por mucho que Felipe González y Juan Luis Cebrián clamen contra las elecciones –e incluso, por el Ejecutivo de coalición, como hace el segundo desde las páginas de El País-, lo que da una idea de cómo están los ánimos entre los veteranos del partido. Y por mucho que haya quien se tiente la ropa y comente a quien le quiera escuchar que ir de nuevo a elecciones es un riesgo innecesario. Que en 2012, Artur Mas también adelantó las elecciones, inspirado por unos sondeos muy buenos, y terminó perdiendo 12 escaños.

Pablo Iglesias se arrepiente de no haber pilotado las negociaciones él mismo. / EP
Pablo Iglesias se arrepiente de no haber pilotado las negociaciones él mismo. / EUROPA PRESS

En Podemos también han cerrado filas, de momento. No se ven grietas públicas en la exigencia de un gobierno de coalición. Incluso Alberto Garzón, uno de los más críticos por cómo se llevaron las negociaciones en julio, ha mostrado repetidamente su apoyo a la estrategia del gobierno de coalición. Pero aunque se haya optado por la lealtad y el ir todos a una ante la posibilidad de la repetición electoral, esas diferencias existieron en julio. No en el núcleo más próximo a Iglesias, cada vez más reducido, pero sí en el conjunto de actores que articula Unidas Podemos. Se criticó que no se aceptara una propuesta que no era proporcional, ni en carteras ni en presupuestos, a los escaños que aporta Unidas Podemos, pero que era un éxito político para una fuerza a la izquierda del PSOE y con cinco años de vida. Principalmente porque Unidas Podemos era la parte débil de estas negociaciones, la que ha perdido escaños y la que, a la vista de las encuestas, más riesgo corre yendo a elecciones.

Y esto sin tener en cuenta a quienes ya, de entrada, preferían un apoyo externo a Sánchez, sin formar parte del Gobierno, como es el caso de la organización morada en Andalucía, a los que habrá que seguir de cerca próximamente, tanto a Teresa Rodríguez, como, sobre todo, a José María González, ‘Kichi’, que ha sabido labrarse un perfil propio y cuyas victorias en las municipales de Cádiz le convierten en el líder más consolidado a la izquierda del PSOE.

 

Una negociación de mentira

Eso sí, en las filas moradas están convencidos de que Sánchez nunca quiso el gobierno de coalición, que se resistió cuanto pudo y finalmente recurrió al veto a Iglesias pensando que el líder de Podemos nunca lo iba a aceptar. Por eso, en cuanto ha podido escaparse del acuerdo, lo ha hecho. Nadie en el PSOE es capaz de explicar por qué la oferta que se presentó en julio –que incluía una vicepresidencia y las carteras de Sanidad, Igualdad y Vivienda- ahora ya no está vigente. Como nadie en Podemos acierta a justificar por qué Iglesias la aceptaría ahora, cuando en julio, la despreciaba afirmando que sólo abarcaba “un ministerio, el de Sanidad, una vicepresidencia sin competencias y dos secretarías generales convertidas en ministerios, Vivienda e Igualdad”. Iglesias pensó que podía tirar más de la cuerda negociadora y que, en último extremo, siempre podría volver a esta oferta. No contó con un Sánchez crecido –repasen sus intervenciones en la sesión de control del miércoles-, confiado en las encuestas, los consejo de Iván Redondo y una baraka que puede llevarle a creerse invencible.

Aitor Esteban ha instado a Sánchez e Iglesias a que negocien personalmente. / EP
Aitor Esteban ha instado a Sánchez e Iglesias a que negocien personalmente. / EP

Aitor Esteban puso el dedo en la llaga morada el jueves, en una entrevista concedida a RNE: “La manera de negociar de Podemos yo no la entiendo, la verdad. O están muy verdes o no saben lo que es posible pedir… Se lo dije a Iglesias en julio, el cielo no se consigue al asalto, tendrá que ir de nube en nube. Creo que no se da cuenta de la fuerza que tiene en el Parlamento”. Un Aitor Esteban que en el panorama actual parece un político de otro tiempo. Uno en el que los líderes políticos actuaban de forma constructiva, sin afán de querer ser el niño en el bautizo, la novia en la boda o el muerto en el entierro.

 

El Rey agota las posibilidades

El día antes, Esteban les pedía un último esfuerzo a los dos líderes desde la tribuna del Congreso: “Son ustedes, Sánchez e Iglesias, porque sus equipos ya no tienen capacidad negociadora. Pero lo tienen que conseguir. El bloqueo está en sus personas. Aún es posible, si hay voluntad y hay inteligencia”. Iglesias, que se arrepiente de no haber llevado el mismo las negociaciones y haber delegado en Pablo Echenique, recogió el guante y le propuso a Sánchez hablar directamente para tratar de desbloquear la situación. “¿Sabe cuántas veces hemos hablado desde la investidura fallida? Cero. ¿Cree que es serio que no hayamos hablado ni una sola vez?”, le preguntaba Iglesias a Sánchez el pasado miércoles, y aunque señalaba que “es el candidato el que tiene que descolgar el teléfono”, le instó a ello. “Sentémonos usted y yo pongámonos a trabajar. Condición de posibilidad, que ni usted ni yo nos echemos atrás”, subrayó, aludiendo a la oferta de julio ya desechada por Sánchez.

«No hay una única fórmula para que nos podamos entender, no solo está la coalición. Podemos hacer muchas cosas. Permitan con un voto afirmativo que eche a andar una legislatura progresista”. Así respondía el presidente en funciones a Iglesias, abriendo la puerta a una posibilidad que los socialistas rechazaban hasta hace nada: el apoyo gratis de los morados para que la legislatura eche a andar.

El Rey ha convocado ronda de consultas para el día 16 y 17, pero salvo milagro de última hora, el naufragio de las negociaciones entre PSOE y Unidas Podemos conduce a España a la repetición electoral el 10 de noviembre. Habrá que ver si Sánchez e Iglesias no han consumado un desastre histórico para las fuerzas progresistas, impensable en la noche electoral del 28 de abril.