Según la tradición toledana, un grupo de hebreos residentes en la España de 1491 deciden dar un escarmiento a los cristianos secuestrando un niño y sometiéndole a horrible tormento en la localidad de La Guardia…

Por aquellos años, eran comunes los “autos de fe” en Toledo hacia judíos. Un grupo de hebreos de Quintanar de la Orden, Tembleque y La Guardia habían presenciado en la ciudad la quema en la hoguera de un grupo de judíos acusados de herejía por la Inquisición y, muy descontentos por el horrible trato que la Inquisición daba a los de su raza decidieron dar un castigo a los cristianos.

Entraron en contacto con Benito de las Mesuras, judío llegado de la vecina Francia y que ahora residía en el pueblo de La Guardia. Éste, les afirmó que consiguiendo el corazón de un niño cristiano y una hostia consagrada y quemándolos juntos conseguirían unas cenizas envenenadas que siendo vertidas en las fuentes de los cristianos causarían un daño irreparable para todos ellos.

Se cuenta que en 1599, habiendo una terrible peste en Ávila, se sacó en procesión esta Sagrada Hostia y la peste remitió.

Eligieron a un judío llamado Juan Franco, que viajaba de pueblo en pueblo con un carro como persona idónea para el secuestro de un niño, y en un viaje a Toledo, vio a un niño de corta edad que, junto a su madre, pedía limosna. Ofreciendo diferentes objetos y dulces al niño, no tardó mucho en convencerle de que subiera a su carro y marchase con él. Así lo llevó hasta Quintanar de la Orden, donde era esperado por el resto de judíos deseosos de llevar a cabo su malvado plan. Nadie sospechó del rastro en el pueblo, puesto que creyeron que era hijo de Juan Franco. Poco después fue llevado al pueblo de La Guardia, donde fue encerrado y maltratado por sus secuestradores. En una ocasión llegó a escapar, pero al poco fue capturado por su supuesto padre.

Entonces, escogieron el día para que el niño sufrera los mismos padecimientos que sufriera Cristo. Todo esto sucedió a las afueras del pueblo de La Guardia, en una cueva en la parte meridional, donde el “Santo Niño” dicen, sufrió este castigo sin exhalar una queja ni derramar una sola lágrima…

Una vez crucificado, recogieron su sangre y el corazón. Tras todo ello, con algunos órganos que le extrajeron, cuando aún estaba vivo, se dirigieron la Aljama Mayor de Zamora. Allí serían asesorados sobre el hechizo por los rabinos de esta ciudad. Al llegar de camino a la ciudad de Astorga, el judío se acercó como si fuera buen cristiano a la iglesia, peero al sacar su libro de oraciones un gran resplandor inundó la nave de la iglesia. El judío huyó rápidamente del lugar, pero fue seguido por uno de los fieles hasta la posada en la que se alojaba y fue denunciado a la Santa Inquisición.

La Inquisición no tardó en localizar al judío en la posada y llevarlo prisionero, donde con no pocos trabajos consiguieron, bajo tortura, arrancarle la confesión y el nombre de sus compinches en los pueblos de Toledo.

Declaró este dónde había ocultado las reliquias que llevaba hasta Zamora, y una vez allí, los inquisidores se percataron del por qué del resplandor del libro. En éste había quedado la marca del corazón, que había desaparecido, pero aún se conservaba la hostia consagrada. Fue conservada y llevada en procesión hasta el convento de Santo Tomás, donde se conserva en un relicario recordando con ello el suceso.

También fueron apresados los compañeros de Benito en La Guardia y llevados a Ávila, donde se les puso en varias ocasiones en el tormento para que confesaran su horrible delito. Confesado el delito, les llevaron a La Guardia para indicarles el lugar donde habían enterrado al niño; pero aunque hubo señales de haber estado allí, no encontraron el cuerpo, tomando el hecho como un milagro. Dicen que, más adelante, los vecinos excavaron el lugar y encontraron el capotillo y los calzones con los que el niño había sido enterrado.

Como ejemplar castigo, todos los que participaron o colaboraron en este macabro suceso fueron condenados a la hoguera. José Franco y sus cómplices, como consta en las actas inquisitoriales, murieron quemados en Ávila el 16 de noviembre de 1491.