Además de los resfriados comunes, el descenso de las temperaturas puede afectar de manera significativa la salud. Con el frío, es común que muchas personas sufran reacciones físicas como escalofríos o adormecimiento, generando una incomodidad pasajera. Sin embargo, quienes tienen una predisposición a ciertas afecciones, tales como los sabañones o la urticaria por frío, así como aquellos que padecen enfermedades autoinmunes, como el Síndrome de Raynaud, o problemas respiratorios como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), bronquitis o asma, podrían experimentar un empeoramiento de sus síntomas, que incluyen dolores, rigidez y empeoramiento en la circulación.
En la temporada invernal, la respuesta del cuerpo ante el frío consiste en redirigir la circulación sanguínea hacia los órganos esenciales, lo que ocasiona un enfriamiento rápido de manos y pies. Aunque dicha reacción es natural, aquellas personas que padecen enfermedades vasculares o trastornos circulatorios pueden ver cómo este mecanismo agrava síntomas ya presentes, dado que restringe aún más el paso de sangre hacia las extremidades. Asimismo, las bajas temperaturas pueden afectar la rigidez de los músculos y mermar la funcionalidad del sistema inmunológico, lo que incrementa el riesgo de complicaciones en individuos con enfermedades crónicas, tales como la EPOC y otras afecciones respiratorias. Por otro lado, el frío y el mayor tiempo de permanencia en ambientes cerrados y poco ventilados elevan la probabilidad de contagios de virus, como el de la gripe o el resfriado común, que, al ser contraídos por personas con dolencias crónicas, pueden provocar complicaciones serias.
Estas son algunas de las enfermedades más relevantes que se pueden agravar en invierno:
El síndrome de Raynaud. Es un trastorno que se manifiesta con una constricción excesiva de los vasos sanguíneos en las extremidades al estar expuestas a temperaturas frías, lo cual provoca una disminución del flujo sanguíneo hacia los dedos de las manos y pies. Como consecuencia, estas zonas pueden tornarse pálidas o adquirir un tono azuloso, además de provocar dolor, entumecimiento y, en ocasiones, una sensación de hormigueo al restablecerse el flujo sanguíneo. Este síndrome se relaciona con frecuencia con enfermedades autoinmunes reumáticas. Durante la temporada invernal, la incidencia de los episodios de Raynaud tiende a incrementarse y a ser más dolorosa. Para prevenirlo, se aconseja proteger las extremidades mediante el uso de guantes térmicos, calcetines gruesos y calzado que aísle del frío, además de realizar ejercicios suaves para fomentar la circulación, tales como mover los dedos o caminar de forma regular.
La perniosis, comúnmente llamada sabañones, se manifiesta como una inflamación dolorosa de los vasos sanguíneos, provocada por la exposición al frío o a la humedad, y afecta, sobre todo, a niños y mujeres. Su aparición se caracteriza por enrojecimiento, picazón y, en algunas ocasiones, por la presencia de ampollas en los dedos de las manos, pies o incluso en la cara. Para prevenir esta afección, es crucial usar ropa y calzado impermeables que eviten el contacto con la humedad, además de mantener la piel hidratada con cremas que ayuden a prevenir el agrietamiento y disminuyan la inflamación.
Alergia al frío. Esta reacción dermatológica que en términos médicos se denomina urticaria por frío (UF), se manifiesta como una respuesta atípica del organismo al exponerse a climas muy fríos, afectando principalmente a niños y jóvenes adultos. A pesar de que la severidad de los síntomas puede fluctuar según el individuo y la duración de la exposición al frío, los síntomas más comunes incluyen la aparición de ronchas, picazón, sensación de ardor, inflamación y, en ciertos casos, incluso problemas respiratorios. Para manejar la alergia al frío, se recomienda evitar cambios repentinos de temperatura y el contacto directo con agua fría o superficies heladas, asegurando en todo momento que la temperatura corporal se mantenga estable.
Enfermedades respiratorias y asma. La salud respiratoria puede verse seriamente comprometida por las bajas temperaturas. Por un lado, la respuesta inmunitaria del organismo se debilita con el frío, aumentando así la probabilidad de contraer infecciones respiratorias, fundamentalmente de origen viral, tales como los resfriados comunes y la gripe, así como de origen bacteriano, como la neumonía. Además, permanecer en lugares cerrados con escasa ventilación durante tiempos prolongados favorece la difusión de estas infecciones. Por otro lado, el aire frío tiene el potencial de irritar las vías respiratorias, ocasionando tos, dificultad para respirar y sensación de opresión en el pecho, además de empeorar condiciones respiratorias como el asma y otras enfermedades crónicas de tipo respiratorio, como la bronquitis crónica o la EPOC. Para reducir los peligros, se aconseja evitar la exposición directa al aire frío, utilizar bufandas o mascarillas para calentar el aire antes de inhalarlo, y en caso de contar con tratamientos recetados, como inhaladores, tenerlos siempre al alcance.
Por último, la psoriasis que constituye una afección inflamatoria cutánea que ocasiona la aparición de costras gruesas, rojas y con escamas en diferentes áreas del cuerpo. En el invierno, la exposición limitada al sol, el aire seco y las bajas temperaturas pueden intensificar los síntomas, lo que a su vez incrementa la descamación y el malestar. Para evitar un empeoramiento durante esta época, es fundamental mantener la hidratación de la piel de manera diaria utilizando cremas emolientes que prevengan la sequedad y reduzcan la picazón. Por otra parte, utilizar humidificadores en el hogar puede ser de ayuda para conservar un nivel adecuado de humedad en el ambiente, especialmente cuando se utiliza la calefacción, ya que esta tiende a deshidratar el aire.