El papel del cerebro en la adolescencia: la maduración. Vital para la toma de decisiones

El papel del cerebro en la adolescencia: la maduración. Vital para la toma de decisiones

La adolescencia es el período de cambio entre la infancia y la etapa adulta. Empieza con las transformaciones biológicas, hormonales y físicas que ocurren durante la pubertad, alrededor de los 10 años, y termina aproximadamente a los 19 años.

Bajo una perspectiva amplia y convencional se comprende esta fase como caracterizada por perturbaciones y conflictos. Independientemente de si esta etapa es más conflictiva o no, es innegable que durante la adolescencia suceden una serie de transformaciones que son trascendentales en múltiples aspectos.

Actualmente tenemos conocimientos relevantes sobre el desarrollo cerebral que nos han brindado información fundamental para comprender algunas de las transformaciones que ocurren durante esta etapa. Anteriormente se creía que el aumento de los niveles hormonales era el único factor responsable de los cambios físicos propios de la pubertad y de la conducta típicamente adolescente, como la impulsividad, la inestabilidad emocional y la asunción de riesgos. Sin embargo, ahora se sabe de manera precisa que las modificaciones en la estructura cerebral permiten explicar de manera más precisa dichas conductas.

En la adolescencia, se produce una etapa de cambios: el cerebro experimenta una transformación completa. Uno de los cambios más relevantes que ocurren en el cerebro de los jóvenes es la progresiva maduración de los lóbulos y la corteza prefrontal, una estructura esencial para los procesos cognitivos de mayor nivel y sede de las habilidades ejecutivas de la inteligencia. Además, ocurre una importante «poda sináptica», la eliminación de algunas conexiones neuronales y el fortalecimiento de otras, que permite al cerebro procesar la información con mayor potencia y eficacia.

En la etapa de la adolescencia, se empieza a ejercer un control interno: buscamos hacer la transición de la disciplina a la «autodisciplina», de la obediencia a la «responsabilidad», de acatar decisiones ajenas a tomar nuestras propias decisiones y todo esto se desarrolla cada vez más rápidamente con un marcado elemento social.

Otro de los cambios que suceden durante este periodo está relacionado con su contexto social y afectivo. La forma en que se relaciona con sus seres queridos y amistades se altera, y el niño adquiere un papel cada vez más activo en este entorno. Sin embargo, en la adolescencia puede surgir una contradicción interna entre la dependencia que aún siente hacia sus progenitores y la necesidad de independizarse. Esta batalla interna se manifiesta a través de disputas y conflictos con los padres, quienes son la base de la cual desean separarse y, al mismo tiempo, su fuente de seguridad.

Resulta confuso para los padres el cambio de actitud, lo cual genera inseguridad, debido a que ya no funcionan las estrategias previamente utilizadas. Por esta razón es importante ajustarse a estos cambios y ajustar las reglas a límites más flexibles y negociados con el adolescente. De este modo, la relación entre padres e hijos se transforma y cambia, pero el vínculo permanece.

En el ámbito familiar, los jóvenes adquieren habilidades para resolver conflictos manteniendo los vínculos afectivos y aceptando las discrepancias de puntos de vista. Por consiguiente, resulta fundamental para un adolescente contar con un entorno familiar estable. Durante esta etapa de la vida, los adolescentes necesitan recibir equilibrio emocional, serenidad y estabilidad por parte de su familia.

Es frecuente que los gustos varíen en esta etapa. El deseo de formar parte de una comunidad se convierte en algo muy relevante y buscan compartir momentos con sus amistades. Asimismo, empieza el interés por el género contrario.

Puede ser un desafío para los progenitores y educadores gestionar ciertos comportamientos y actitudes de sus hijos y estudiantes. Por eso, resulta crucial que los jóvenes se desenvuelvan en entornos apropiados, contando con el apoyo de adultos, con el fin de tener más oportunidades de involucrarse activamente en su crecimiento personal.

Este periodo crucial tiene un impacto determinante en cada individuo, dado que los cambios estructurales y funcionales del pensamiento perdurarán a lo largo de toda la existencia. Contar con una orientación que influya de manera positiva en su trayectoria puede ser un factor trascendental en el rumbo de su desarrollo.

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Bajo una perspectiva amplia y convencional se comprende esta fase como caracterizada por perturbaciones y conflictos. Independientemente de si esta etapa es más conflictiva o no, es innegable que durante la adolescencia suceden una serie de transformaciones que son trascendentales en múltiples aspectos.

Actualmente tenemos conocimientos relevantes sobre el desarrollo cerebral que nos han brindado información fundamental para comprender algunas de las transformaciones que ocurren durante esta etapa. Anteriormente se creía que el aumento de los niveles hormonales era el único factor responsable de los cambios físicos propios de la pubertad y de la conducta típicamente adolescente, como la impulsividad, la inestabilidad emocional y la asunción de riesgos. Sin embargo, ahora se sabe de manera precisa que las modificaciones en la estructura cerebral permiten explicar de manera más precisa dichas conductas.

En la adolescencia, se produce una etapa de cambios: el cerebro experimenta una transformación completa. Uno de los cambios más relevantes que ocurren en el cerebro de los jóvenes es la progresiva maduración de los lóbulos y la corteza prefrontal, una estructura esencial para los procesos cognitivos de mayor nivel y sede de las habilidades ejecutivas de la inteligencia. Además, ocurre una importante «poda sináptica», la eliminación de algunas conexiones neuronales y el fortalecimiento de otras, que permite al cerebro procesar la información con mayor potencia y eficacia.

En la etapa de la adolescencia, se empieza a ejercer un control interno: buscamos hacer la transición de la disciplina a la «autodisciplina», de la obediencia a la «responsabilidad», de acatar decisiones ajenas a tomar nuestras propias decisiones y todo esto se desarrolla cada vez más rápidamente con un marcado elemento social.

Otro de los cambios que suceden durante este periodo está relacionado con su contexto social y afectivo. La forma en que se relaciona con sus seres queridos y amistades se altera, y el niño adquiere un papel cada vez más activo en este entorno. Sin embargo, en la adolescencia puede surgir una contradicción interna entre la dependencia que aún siente hacia sus progenitores y la necesidad de independizarse. Esta batalla interna se manifiesta a través de disputas y conflictos con los padres, quienes son la base de la cual desean separarse y, al mismo tiempo, su fuente de seguridad.

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Es frecuente que los gustos varíen en esta etapa. El deseo de formar parte de una comunidad se convierte en algo muy relevante y buscan compartir momentos con sus amistades. Asimismo, empieza el interés por el género contrario.

Puede ser un desafío para los progenitores y educadores gestionar ciertos comportamientos y actitudes de sus hijos y estudiantes. Por eso, resulta crucial que los jóvenes se desenvuelvan en entornos apropiados, contando con el apoyo de adultos, con el fin de tener más oportunidades de involucrarse activamente en su crecimiento personal.

Este periodo crucial tiene un impacto determinante en cada individuo, dado que los cambios estructurales y funcionales del pensamiento perdurarán a lo largo de toda la existencia. Contar con una orientación que influya de manera positiva en su trayectoria puede ser un factor trascendental en el rumbo de su desarrollo.

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