Si debes someterte a una cirugía, es normal que te sientas inquieto y tengas muchísimas dudas y preguntas que hacer, sobre todo en lo que se refiere a la anestesia.
La idea de permanecer inconsciente y el desconocimiento ante el despertar es algo que angustia a muchas personas, añadido al estrés que causa entrar en un quirófano. Sin embargo, la seguridad de los procedimientos anestésicos ha mejorado muchísimo en los últimos 25 años gracias a los avances de la tecnología y la capacitación que reciben los anestesistas, que se forman durante tres años de especialización al terminar la carrera. De hecho, actualmente, la anestesia no solo es usada en el quirófano, sino también para paliar y controlar el dolor de los pacientes que sufren esta molestia de forma crónica y aguda. Es importante saber que la anestesia no es un fármaco, sino una combinación de varios, cuya elección y concentración se dependen del paciente y del tipo de operación a la que se vaya a someter.
En qué consiste
La anestesia afecta directamente al sistema nervioso, bloqueando los impulsos nerviosos y, por lo tanto, inhibiendo el dolor que se puede sufrir durante una intervención quirúrgica. Se aplica de dos maneras, bien a través de una inyección intravenosa o bien mediante la inhalación de gases, los cuales son absorbidos por los pulmones y distribuidos desde ahí, a través del torrente sanguíneo, hacia el cerebro y la médula espinal.
Existen tres tipos de anestesia: la general, cuando el paciente se queda en estado de inconsciencia total y de amnesia, ya que no le quedan recuerdos; regional, cuando se adormece una parte del cuerpo, por ejemplo, la zona inferior, de cintura hasta los pies, una pierna entera, la boca, el brazo…; o local, cuando actúa exclusivamente sobre un punto en concreto del cuerpo.
Anestesista
La persona que administra la anestesia al paciente es un profesional especializado: el anestesista. Debe estar presente desde el preoperatorio hasta el momento de la reanimación o del despertar. Durante toda la intervención se encarga de supervisar las principales funciones corporales del paciente, como la respiración, el ritmo cardíaco, la temperatura corporal, la presión arterial y los niveles de oxígeno en sangre.
Los efectos
Al despertar de la anestesia tras una cirugía, es muy probable que el paciente sienta desorientación y confusión, Consecuencias normales. Algunos otros efectos secundarios habituales, que suelen desaparecer con rapidez en la mayoría de los casos, son las náuseas o los vómitos.
Plantea cualquier duda
Es importante que hables con el médico, el cirujano o el anestesista sobre toda las dudas que te surjan.
Debes avisar en el caso de que seas alérgico a algo, si estás tomando algún tipo de medicamento o suplemento a base de vitaminas o plantas, si fumas, bebes o consumes algún tipo de sustancia tóxica, o cualquier tipo de reacción negativa que hayáis podido tener tú o algún familiar tuyo a la anestesia. También es necesario informar si crees que puedes estar embarazada o te encuentras en período de lactancia, si tienes problemas de cicatrización, si has sufrido previamente problemas coronarios… Para garantizar tu seguridad durante la cirugía, es extremadamente importante responder a todas las preguntas que te haga el anestesista de la forma más sincera y minuciosa posible. Además, se realizará un electrocardiograma, un análisis de sangre, un estudio de coagulación, control de la función del riñón e incluso en algunos casos se puede solicitar una prueba psicológica.
También es importante que sigas las recomendaciones del médico sobre lo que debes evitar antes de una cirugía. Probablemente no podrás comer ni beber desde doce horas antes.
Otro factor que debes tener en cuenta es que no se puede entrar en el quirófano con maquillaje o laca de uñas, ya que el anestesista debe ver claramente, en todo momento, cuál es el color de la piel del paciente. Tampoco está permitido llevar pendientes, anillos, collares o ‘piercings’.
Qué riesgos hay…
Son muy pocos los casos en los que se presentan complicaciones, como ritmos cardíacos extraños, problemas respiratorios, reacciones alérgicas a los medicamentos e incluso la muerte. Los riesgos dependen de varios factores como el tipo de procedimiento que se lleve a cabo, el estado del paciente y el tipo de anestesia usado.