La custodia de Toledo. V Centenario

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Hace 500 años se labraba la Custodia de Toledo, que consta de dos piezas fundamentales sabiamente acopladas: la Custodia de Isabel la Católica y el Templete Gótico de Enrique de Arfe. Veamos por partes estas piezas para obtener un más completo conocimiento de la “joya perfecta”.

La custodia de Isabel la Católica

Isabel la Católica tuvo muy profunda y sincera devoción al Santísimo Sacramento. Proverbial fue su preocupación por la limpieza y decencia de las iglesias. Ella, de sus propios haberes y de damas y caballeros de la Corte, encargó numerosos sagrarios, custodias, cálices y ornamentos sagrados para las nuevas iglesias de Granada. Por otra parte, Cristóbal Colón se preocupó de hacerle llegar a la Reina Isabel el primer oro de América. Carta a su hijo Diego en abril de 1498… Y, según la tradición, con ese oro la Reina encargó su célebre Custodia… Al morir la Reina, los albaceas testamentarios vendieron varias alhajas y enseres de su pertenencia, entre otros la Custodia que, por voluntad de Cisneros y del cabildo Primado, fue adquirida para la Catedral de Toledo.

El 13 de marzo de 1505, el Camarero Real Sancho de Paredes da licencia en Toro para que, mediante el pago de un cuento (un millón) y 34.810 maravedises, se hagan cargo de la pieza los comisionados para la compra: el Canónigo-Obrero Alvar Pérez de Montemayor, el canónigo Fernando de Mazuecos y el Camarero del Cardenal, Carlos de Mendoza. La Custodia llegó a Toledo y se depositó en la catedral, saliendo en procesión en 1517, acomodada sobre la antigua de la Catedral por los plateros Diego Vázquez y Alonso Núñez. Posteriormente se colocó en el ostensorio de Enrique de Arfe, al terminar éste su obra.

Consta esta admirable joya de una base hexagonal decorada con relieves de flores y ángeles, sobre la que sucede una serie de elaboradísimas linternas que se decoran con cresterías, figuras de santos y esmaltes. Sigue hacia lo alto una plataforma hexagonal en que destacan seis preciosas esmeraldas, otros tantos jacintos y veinticuatro esmaltes. Sobre esta plataforma descansan y se elevan hacia la altura seis columnitas repujadas y rematas en sendos pináculos, sobre las que descansa una pequeña cúpula con tres cornisas que se adornan a su vez de cresterías, balajes, esmaltes y zafiro. Sobre esta cúpula remata la pieza más famosa del Ostensorio, conocida como ‘palomar’ por la serie de diminutas palomas que con graciosa naturalidad se asoman a través de unas ventanitas. El “palomar” está cuajado de rubíes (tres, de bello tono morado), tres zafiros y veinticuatro perlas. En la especie de templete que forman las mencionadas columnitas es donde se aloja el ‘viril’, custodiado por cuatro ángeles con los símbolos de la Pasión y cuajado de perlas en forma de cruces. El ‘viril’, que acoge la Sagrada Hostia, fue realizado en 1550 por el orfebre Pedro Hernández, por encargo del célebre canónigo Diego López de Ayala. En el año 1600 se colocó, como remate del ‘viril’, una cruz de diamantes, obra del platero Alonso García.

 

El templete gótico de Enrique de Arfe

En 1515, por encargo de Cisneros, y del Cabildo, se envía a León al platero Ferrand Núñez, para que traiga a Toledo al ya famoso orfebre alemán Enrique de Arfe, que había venido a España enrolado en el séquito de Felipe el Hermoso. Es necesario enmarcar la joya adquirida en la testamentaría de la Reina Isabel en un marco digno y para ello se buscan los mejores artesanos de la época. Llega Arfe a Toledo y el Cabildo libra en su favor 85.340 maravedís para que compre plata y haga la muestra de un pilar de la futura Custodia. Habían dado modelo Copín de Holanda y Juan de Borgoña, pues los canónigos estaban admirados del dosel realizado para el sagrario del Altar Mayor… Enrique de Arfe debió transformar el modelo a su gusto, dejándolo más apropiado para una obra de orfebrería… Marchó a Córdoba, pues por entonces llevaba a delante el proyecto de la Custodia de aquella catedral… Y hasta Córdoba se trasladó Ferrand Núñez a recoger el pilar de muestra para la de Toledo. La pieza satisfizo plenamente al Cabildo y definitivamente se encargó la confección de la Custodia a Enrique de Arfe.

Los trabajos en firme se inician en 1517. Y el 23 de abril de 1524 se ajustó el finiquito, cuyo coste total alcanzó la cantidad de un cuento y 533.357 maravedís. Como “refacción” el Cabildo dio a arfe 25 ducados y, con anterioridad, le fue obsequiando por las fiestas de Navidad de cada año con varios pares de gallinas…

 

La joya ‘perfecta’

El resultado fue una elegantísima torre gótica, un inextricable laberinto de ojivas, de dos metros y medio de altura, construido a base de cinco mil seiscientas piezas y doscientas sesenta estatuillas articuladas entre sí con unos siete mil quinientos tornillos. En su ejecución se emplearon 183 kilogramos de plata, 18 de oro y numerosas perlas, esmaltes y piedras preciosas.

Una amplia base estructurada en dos cuerpos sirve de arranque de la sutil arquitectura. Un primer cuerpo, con la estructura de un dodecaedro de estilo herreriano (finales del XVI. Sobre éste, un segundo cuerpo refuerza la base con más minuciosas decoraciones: escenas de la Pasión, enmarcadas, y doce figuras en relieve, de estilo plateresco.

Sobre esta base o podium se yerguen, estilizados y armónicos, los seis pilares góticos de dos metros de altura que soportan y ensamblan toda la estructura, mientras otros seis pináculos volados, de un metro de altura, articulándose entre sí con arbotantes, dan una impresión de estructura airosa, volátil y evanescente, como de arquitectura en el aire. Toda esta arquitectura se cierra a media altura con una armónica cúpula gótica estrellada, conformándose así un primer gran cuerpo cuyo amplio espacio acoge el Ostensorio de Isabel la Católica con el “viril” de la Sagrada Hostia.

Sobre la cúpula que cierra este primer gran cuerpo se forma un templete a base de un doble arco trilobulado, adornado con sutiles arquerías y pináculos, treinta y cuatro figuras de ángeles, apóstoles y santos…

Otro escalón más arriba, y ya en un espacio más reducido, pues la arquitectura va adelgazándose y estilizándose en forma piramidal, un pequeño Niño Jesús porta una cruz y una bola del mundo, rodeado de profusión de diamantes, cresterías y más y más pináculos. Este cuerpo se cierra a base de cuatro nervios que conforman una mandarla y cobijan una paloma de alas extendidas y una campanilla.

En todo lo alto luce su esplendor una cruz de esmeraldas. Sabemos que la confeccionó en 1523 el orífice Laínez con tres onzas de oro y más de cinco onzas de plata, cuatro esmeraldas y ochenta y seis perlas.

Así se consiguió la ‘joya perfecta’ que es la Custodia de Toledo, resultado de la admirable, divina diríamos, conjunción de la Custodia de Isabel al Católica y el Templete Gótico o Custodia de asiento de Enrique de Arfe. Quinientos años se cumplen de tan feliz empresa.

*José María Gómez Gómez