Con la llegada del buen tiempo, las ganas de sol, playa y terraza nos invitan a sacar del armario los bañadores y las gafas de sol. Pero, antes de lanzarte a la conquista del bronceado perfecto, hay algo fundamental que no puedes olvidar: preparar tu piel para tomar el sol. Porque sí, broncearse está bien, pero hacerlo con cabeza es todavía mejor. Aquí tienes unos consejos para mimar tu piel y disfrutar del verano con responsabilidad y sin quemaduras.
Exfóliate, pero con cariño
El primer paso para que el sol te pille con buena cara es decir adiós a las células muertas. Una buena exfoliación una o dos veces por semana (no más) ayuda a renovar la piel y a que el bronceado sea más uniforme. Puedes usar un exfoliante corporal suave o incluso preparar uno casero con azúcar y aceite de oliva. Eso sí: olvídate de hacerlo justo antes de ir a la playa, ¡no queremos una piel sensibilizada al sol!
Hidrata, hidrata, hidrata
Una piel hidratada es una piel feliz. Y no solo por fuera: bebe mucha agua para mantener la elasticidad de la piel desde dentro. Por fuera, apuesta por cremas o lociones que contengan ingredientes como aloe vera, ácido hialurónico o manteca de karité. La hidratación es clave para prevenir la descamación y mantener el bronceado más tiempo.
Aliméntate de sol desde el plato
Tu dieta también puede ayudarte a preparar la piel. Alimentos ricos en betacarotenos como las zanahorias, el tomate, el mango o las espinacas ayudan a potenciar el tono dorado y protegen la piel del daño solar. Acompáñalos de grasas saludables (aguacate, aceite de oliva, frutos secos) para una mejor absorción.
Dile sí al protector solar
No esperes a estar en la playa para aplicarlo. Usa protector solar a diario en cara y zonas expuestas, incluso en días nublados o en ciudad. Elige uno de amplio espectro, con factor mínimo de 30, y reaplica cada dos horas si estás al aire libre. Y no, el SPF no impide que te broncees, solo evita que te quemes y envejezcas antes de tiempo.
Ve poco a poco: no corras al sol
El bronceado exprés no existe sin consecuencias. Empieza con exposiciones cortas y evita las horas centrales del día (de 12 a 16 h). Acostumbrar tu piel de forma progresiva al sol hará que esté menos sensible, que tu color dure más y que evites convertirte en un cangrejo andante.
No te olvides de los labios y el cabello
Sí, ellos también sufren con el sol. Usa bálsamos labiales con protección solar y sombreros o pañuelos para proteger el cuero cabelludo. Tu melena también agradecerá un buen acondicionador sin aclarado o algún spray con filtro UV.
Después del sol… sigue mimando tu piel
El after-sun no es un capricho, es un must. Calma la piel, refresca y prolonga el bronceado. Aplícalo después de cada jornada al sol, junto con una buena ducha para eliminar restos de sal, cloro o crema solar.
Tomar el sol es uno de los placeres del verano, pero como todo lo bueno, con cabeza. Si preparas bien tu piel antes de exponerte y sigues unos cuidados básicos, lucirás ese tono dorado que tanto gusta… sin poner en riesgo tu salud. Y recuerda: no hay mejor bronceado que el que se disfruta con protección.